UN HOMBRE DE MIRADA CIERTA

¡El bus pasa sin darnos cuenta, y en el entretanto esperamos el siguiente bus, aun sin percatarnos de la oscura noche¡
Valentín

Cuando Aníbal abrió sus ojos de elefante, nadie supo que agradecía a Dios haber nacido ciego. Sus ojos, cual israelita de antaño, se abrían y cerraban en constante plegaria de agradecimiento.

Aprendió de su mundo plagado de sombras, que para ver no se necesitan ojos, y que solamente puede percibir quien quiere ver. ¡Organizó el club de ciegos del mundo, para enseñar al mundo a mirar¡.

Y desarrolló el don de la cartografía mental, y en lugar de tropezar por ahí en las inconsistencias de la vida, navegaba cual pez en el agua entre las algas felices de su rutina diaria. ¡ Aprendió que la única manera de pasar la vida era con la rutina de la memoria al tic tac de la imaginación ¡

Y aprendió lo que nadie supo, la gracia de la adivinación, con el pretexto de que nadie presintiera su ceguera con sus sortilegios de oráculo. ¡ El hombre cree más en las charlatanerías de papel que oye de los demás, que en las verdades de oído que grita su corazón ¡. Y prediciendo el futuro se olvidó del presente, y supo que la única manera de olvidarse de mirar era apoyando sus ojos en el futuro, ¡ el bus pasa sin darnos cuenta, y en el entretanto esperamos el siguiente bus, aun sin percatarnos de la oscura noche ¡.

Gocemos lo poco que tenemos, que es mucho, y como Aníbal, no suframos por lo que nos falta que es poco así parezca mucho. ¡ El metro de la vida está en nuestra bolsillo, no en los ojos de los demás ¡ ¡Qué viva la ceguera de los demás para que no vean la ceguera mía¡

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