UN JUEGO DE NIÑO

Un niño se esforzaba por arrastrar su morral de clase con su mano derecha, en tanto que con su mano izquierda trataba de morder una ciruela.

Parecía más facil la tarea de la mano izquierda, aun cuando la mano derecha también hacia la tarea.

La mano izquierda terminó la tarea y libre voló y voló y voló.

Aun hoy, cuando el niño ya es un viejo de cien años, la mano izquierda aún arrastra algo por la vida, en tanto que la mano izquierda olvidó la tarea de tantas tareas terminadas.

Las cosas que se terminan, tambien terminan con nosotros.

EL GRAN DESCUBRIMIENTO

Nadie debe trabajar 24 horas. Nadie debe dormir 24 horas. Nadie debe comer 24 horas. Nadie debe pelear 24 horas.

Aun cuando hay cosas que no se pueden hacer las 24 horas, muy poquitas sí sobreviven a la pancarta de las 24 horas. Veamos: respirar, respirar y respirar.

Aquí debemos decir, entonces, que todos debemos respirar las 24 horas, y huelga decir que vivimos gracias a que respiramos las 24 horas, dejar de hacerlo sería un exabrupto vital, muy parecido a quien mira el sol con el ánimo de hacerlo retroceder...

Por tanto lo único que hacemos 24 horas es vivir. y simultaneamente trabajamos, dormimos, comemos, peleamos, y todas las otras cosas.

Hace un tiempo, mucho tiempo para algunos, poco para los otros, un grupo de muchachos prefirió darle la espalda a los deberes diarios, y decidieron cambiar su pasar 24 horas por el bienestar de hacer el amor y no la guerra 24 horas......, asoaciaron hacer el amor con respirar, y aún respiran. Aprendieron que no se puede hacer el amor 24 horas...

Hoy el hombre ha logrado su gran invento: hacer que el hombre aguante hambre las 24 horas.

Y siguen más hallazgoss por descubrir...

NUNCA DIGAS NUNCA

No estaba muy lejos de toparse con la dicha. Pero cual mortal, que prefiere la vida a la muerte, cada vez que se acercaba a su meta, prefería con la punta más extrema de su pie, correr un ápice la línea de llegada.

Nunca llegó a la meta, porque aún no llega. Y aprendió que sólo se llega, ensayando llegar.

Su palabra de ahora, es NUNCA.

Hoy lo ví por ahí, y me susurró en su lenguaje de letras sueltas, que nunca llegaría a la felicidad porque sólo ahí estaba la felicidad: viajar hacia ella.

........y montó en su caballito de acero, como huyendole a la felicidad.

DE LOS AMORES FUGACES

Desde la tarde que los descubrí y dispuse que los compraría, no tuve descanso. Eran unos adornos de comedor en alabastro brillante en un color ambarino que abarcaba todos los colores. Amamos lo que nos gusta, de la misma manera que queremos lo que amamos.

Apenas dejé que abrieran el almacen al día siguiente, y ya estaba con mi efectivo haciendo la compra. Sentí un alivio similar al que se obtiene luego de consumir agua despues de muchas horas de sequedad: uf, no quería que nadie se me adelantara.

Cuando el dependiente me estaba entregando la compra para que me la llevara, le susurré una solicitud: "sería posible dejarlos en el almacen ?". "¿ Va a venir más tarde por ellos ?", me susurró igualmente el dependiente.

"No me entiende usted", le dije, "no me los quiero llevar".

"Pero señor, si lo descubrí ayer mirando extasiado los adornos, y hoy que los compra no se los quiere llevar, ¿ quien lo entiende a usted ? El almacen no le devuelve el dinero. Si quiere escoja algun otro artículo. Aquí no devolvemos dinero".

"Tampoco me entiende usted", le dije, "es que sí los quiero comprar, lo que no quiero es llevarmelos. Los quiero dejar".

Al final accedieron a mi petición, y los adornos siguen expuestos en el mismo sitio del almacen donde los descubrí la primera vez.

Invertí mas de una hora en convencer al Gerente del almacen para que entendiera que me gustaban tanto los adornos comprados, que no quería por nada del mundo perder ese gusto, y que quería redescubrirlo cada día que pasara de nuevo y los viera exhibidos en el mismo sitio donde los descubrí la primera vez............

Solo amamos de verdad lo que podemos tener muy de cuando en cuando. Lo que acostumbramos tener, sólo lo amamos muy de cuando en cuando.

Mi disfraz

Hoy me disfracé de mi mismo. Y no me sentí extraño. Y sólo una cosa extraña noté: nadie se dió cuenta.

Y pude correr por entre la gente y los carros y los mercados, y nadie me saludó porque les parecí diferente.

Posé como un desconocido el único día en que fuí yo mismo.

Amigos, si quereis ser como Dios y deambular entre la gente sin que nadie noté vuestra presencia, sed fieles a vosotros mismos.

El espejo y el reloj

Hoy quise mirame al espejo. Era aún de noche pero el día despuntaba por todas partes. Y pude ver un valentin desconocido, irreconocible, de otro mundo.

Tenía la misma edad de un joven de 25 años y los atuendos de un joven de 25 años. Parecía de 25 años. Me refregué los ojos ante lo increible, y sentí la piel del valentin de verdad.

Entonces me reconocí en mi realidad de madrugada, y pude alividado constatar que el espejo que tenía en frente miraba un jovenzuelo ambicioso que esperaba con fruición algún paradero próximo para inciar el mundo que valentín ya había transitado.

En mis cien años nunca me sentí más rejuvenecido al poder engañar mi mente con sortilegios de madrugada, pero nunca me sentí más viejo al constatar mi realidad con sólo consultar mi reloj de cuerda.

La enseñanza del día: nunca mires el espejo de los demas, porque de pronto estaís mirando el reloj equivocado.

Un viejo como Dios

Hoy me encontré al hombre más viejo del mundo. Y lo reconocí por su larga barba verde que le llegaba al corazón. ¡ Los viejos, el corazón, las barbas y lo verde, se buscan hasta encontrarse ¡. Nunca nadie es suficientemente viejo para no encontrar a alguien más viejo que él ¡, y mis ciento y pico de años lo atestiguaban.

Llevaba un traje oscuro de viejo, con zapatos inacabados tan viejos como los caminos que recorría. Todo parecía aprendido en aquel rostro añejo, y nada parecía nuevo para aquellos ojos que lo habían visto todo.

Caminaba con el afán del caracol, sin premuras, como si el mundo se hubiera acostumbrado a esperarlo. Medía sus pasos cual si los contara, en un cuenta pasos que parecía eterno en llegar a los doscientos mil kilómetros señalados. ¡ Todos a la hora de la muerte contamos doscientos mil kilómetros ¡.

Una bufanda sin color, antiquísima, le colgaba por ahí en un alarde de vestuario honroso, que apenas le cubría la boca, que sólo le colgaba huérfana, curada de la vejez y sanada de la memoria.

Y no paraba de caminar, y no paraba de envejecer. Parecía hecho para hacerse viejo, como los elefantes de ficción de los países por explorar. ¡ Siempre sueño entre la contemporaneidad de mis hombres viejos y los elefantes más viejos de la estepas marcianas ¡. Aprendí que los únicos animales viejos son los elefantes viejos, por las arrugas antiguas que alimentan arrugas aún más viejas. En cambio en los otros animales nunca hay vejez, los veo morir en plena reducción de su juventud en los mesones de nuestras cocinas incansables que fatigan la alimentación con la muerte.

Y aquel hombre de realidad no se cansaba de hablar solo, como si repasara lo vivido, como si rectificara su pasado, o como si reanimara su futuro con los naufragios del pasado. ¡ La vida presente es el naufragio del pasado, en el buque de papel del futuro bajo la lluvia ¡. Y hablaba en voz alta, con una modulación sin telarañas, con una voz cavernosa, como si aún quedarán órdenes por impartir, como si algo quedara por disponer en su memoria geológica.

Y le seguí a hurtadillas, primero, y con descaro después, cuando descubrí que no se preocupaba más de los que le seguían como de los que despreocupadamente no le tomaban en cuenta.

Y no pude dejar de caminar hasta alcanzarlo, y preguntarle lo que todos queríamos saber. Y sus ojos de negro infinito, vueltos a mirar como en un jardín de fiesta, acompañaron su respuesta: tengo la edad del universo, hijo.

Supe entonces que el tornasol de su rostro, aunado a la impiedad de su voz, tenían ese color que me atraía siempre: el color del universo, el color doscientos mil.

Este viejo podría ser Dios, o quizás el dueño del universo, porque apretaba presuroso sin querer unas escrituras olvidadas bajo el terco brazo izquierdo. Y no llevaba báculo.

Los encuentros, son sólo eso: encuentros

Los dos diamantes parecían reales, los dos diamantes parecían imaginarios. Mi primera realidad fue el pino medio seco medio verdoso, a cuyo pie los encontré esta mañana.

El diamante más feroz guardaba ineficiente en su interior la letra M. El diamante menos carismático y más lustroso, dejaba entrever en su estómago de cristal la letra B.

Las letras nos sugieren nombres, así como los números nos indican cantidades, y los símbolos señales de ultratumba. Dios en cambio es una letra, un número y un símbolo.

El color en las cosas también sugiere ideas, y los dos diamantes a diferencia de la realidad, tenían el mismo color, un color acuoso, de gemelos. Lo que se repite en la naturaleza es infinito, de ahí que el color inimitable para todo es el infinito, o su hermano, la antimateria.

Entonces lo supe, en un arranque de fortuna, ¡ la temperatura ¡. Si, la propiedad externa de las personas y las cosas por medio de la cual se conocen los interiores de las personas y las cosas, es la temperatura.

Y tomando los diamantes en mis manos, la B en mi derecha, y la M en mi izquierda, noté tenuemente que cada uno sufría una temperatura diferente. Sí, la temperatura se sufre, como la falta de ella luce, es la ley de la temperatura.

Mientras la B parecía cálida y jugosa, sin rastros de rostros, la M en cambio parecía gélida y desatinada, con rostros de rictus. A simple vista prefería la B a la M, aun cuando sus colores atraían como en un pecado venial a hurtadillas, su temperatura invitaba a pecar de la M a la B.

Entonces decidí pesarlos, primero los dos, luego de uno en uno, y pude percibir en mi gramera analógica, la levedad de la M contra cierta proclividad de la B. Al fin una segunda diferencia, el peso. Pero la levedad y la proclividad, como tales, no definen partidas, y en nuestro mundo de realidad la diferencia no daba ni siquiera la posibilidad de señalar la diferencia como género: el sexo.

Ya cansado de mi deambular mental, tardío en la noche que se acercaba incesante, opté por la formula racional que siempre le ha producido al hombre los mejores resultados: ¡ el acaso ¡. Sí, la formula de Jesús y Pedro y los otros diez, dejar rodar las piedras. Y aprovechando la pendiente, tome los dos diamantes y los hice rodar ladera abajo. ¡ Su correr por el mundo de la realidad debía indicar las cualidades que adornaban su interior ¡.

Y a fe que rodaron mis diamantes con tal fruición, que tuve que aguzar mi ceguera del día para tratar de encontrarlos en las tientas de la noche.

Con gran suerte encontré primero la B, que rodó con señorío y donosura, y posada al pie de una anciana que dormitaba un sueño de nunca acabar, aleteó su temperatura cálida para que lo dejará hacer. Supe sin querer, que aquella B interior, más que con el Bien, se acercaba a lo Bueno, y sus reflejos ambarinos señalaban la Bondad.

Corrí en busca del otro diamante, Y a fe que rodaron mis diamantes con tal fruición, que tuve que aguzar mi ceguera del día para tratar de encontrarlos en las tientas de la noche.

Y lo pude percibir cerca de la casa de un perro guardián, que al ruido de la caída de la piedra despertó y olisqueándola la echó fuera de sus predios. La piedra nerviosa continúo su rodar y rodar, hasta que la perdí de vista, y pude notar en su caída insostenible, como su color cambiaba hasta la sudoración.

Y sólo entonces supe que aquella piedra que así se volteaba y corría cual alma que lleva el diablo, en su interior solo llevaba un Miedo que corría sin parar, y que la acompañaría por siempre en su carrera de afán sin saber que la sombra que le seguía era la misma sombra de su miedo exterior.

Aquel día aprendí sin temores económicos, que mientras la bondad corre por doquier sin sobresaltos añadiendo vida a la vida, el miedo huye por ahí despavorido, temiendo hasta de su propia sombra.

Si en lugar de hacer rodar los diamantes para que hicieran su propia vida los hubiera guardado en mi morral de calle, seguramente hubieran dormido el sueño de los justos por todo el tiempo que hubiera transcurrido para recordarlos, o seguramente hubieran despertado pronto ante la necesidad urgente de intercambiarlos por comida.

Es mi obra de caridad del día, no conmigo, sino con la naturaleza. Tengo el mismo sentido vital de las hormigas, prefiero la madera. Y me tendí tardío junto al mismo pino desgarbado, que me dio el tema de esta nota.

Un animal llamado hombre

De todos los animales, los felinos parecen los más fieros. Y ese parecer lo asociamos a la ferocidad que muestra un león tras su presa. O quizás lo asociamos, más que a la fiereza del depredador, al tamaño de la presa.

Un animal mata por instinto más que por brutalidad. ¡ Sólo un bruto mataría por gusto ¡. Un animal mata por obligación cuando está en peligro su propia sobrevivencia, y cuando su territorialidad está en riesgo. ¡ Solo un bruto mataría cuando persigue territorios que no puede abarcar sin abandonar sus territorios ¡.

Cuando el animal depredador sacia su hambre, cesa toda hostilidad, parece como si desconectara en su interior el motor destructivo que se enciende cada vez que la aguja de su estómago marca vacuum. ¡ La brutalidad animal se enciende cada vez que el hambre hace sonar las doce campanadas y adquiere luego una pesadez inteligente parecida a la perfección ¡.

De todos los animales, rectifico, los hombres parecen los más fieros. Y ese parecer lo asociamos a la ferocidad que muestra un hombre tras sus congéneres. O quizás lo asociamos, más que a la utilidad del depredador, al tamaño incompatible de su deseo.

El hombre es un animal que mata con el deseo, más que por brutalidad, y es capaz de llevar su brutalidad hasta el gusto, y es cuando mata con ira e intenso dolor. ¡ Sólo un bruto mataría por gusto y el hombre se convierte en un bruto ¡. Y tenemos leyes que favorecen esa brutalidad del gusto, escritas por idiotas útiles que redactaron sin querer leyes que alivian el instinto.

El hombre mata desde las aciagas épocas en que el hambre diluida abrió leyes de memoria que ordenaban: ¡ no matarás ¡. Saciada el hambre, no había razón para matar, y matar se convirtió en una religión de museo. Matar llegó a ser un deporte de enfermos mentales que no encontraban mayor placer que patear cráneos recortados de sus cuerpos.

Matar en el hombre llegó a ser el verbo que reemplazó al sustantivo que fue su vida anterior: caníbal. ¡ El hombre fue un bruto entre los brutos, cuando fue un caníbal para sí mismo, y superó el canibalismo cuando siguió matando por el placer de ver expirar a sus semejantes ¡.

He descubierto que el hombre nunca superó el canibalismo, y que aún cuando legisla, sólo está tratando de poner orden en el infeliz arte de matar. ¡ Lástima que antes matábamos para comer ¡, y hoy se mata por el deleite de destruir con el mismo regusto con que antes nos perseguíamos como presas.

Antes una presa bastaba por varios días, hoy en día podemos acabar todas las presas que podían abastecernos toda la vida. Prefiero el canibalismo del hambre, al difícil arte de matar sin hambre.

El día que la humanidad deba matar por un mendrugo de pan, estaremos muy cerca de nuestros orígenes: el canibalismo. El día que la humanidad deje de matar a sus congéneres por ideas, estaremos más cerca de la ley, pero más lejos de la naturaleza.

¡ Matar es la debilidad ideada por el hombre para sobrevivir a sí mismo, nacida de un miedo imaginario que le carcome los fundillos cuando mira por la ventana ¡.

Un Dios en apuros

Cuando Dios decidió estar en todas partes, necesitó dormir menos y comer más. ¡Hasta en las leyes divinas se necesita un espacio de reanimación, nutrición y descanso ¡.

Los hombres logrando sobrevivir habían volteado el universo al revés, y tratando de crear códigos de buena conducta se habían inventado métodos masoquistas que blasfemaban la excelsitud de Dios.

Dios estuvo fastidiado del primer invento del hombre: el culto, y soportó heroicamente verse repetido en altares en imágenes andróginas y sentirse renombrado en frases arrodillantes que no hacían más que pedir por bienes que más que terrenales parecían un invento de Dios.

¡ Y Dios llegó a pensar que el culto se podía asociar a un tipo de pandemia que bien pronto podía acabar con la humanidad ¡. Entonces Dios, en un remedio peor que la enfermedad, inventó otros dioses para confundir a los hombres, y logró lo que los hombres sabemos hacer en los momentos de apremio:¡ confundir a los dioses ¡.

Ahora entiendo porque Dios está en todas partes, y como en el cuento de la arañita, adondequiera se mira allí aparece infaltable y repetida, ¡ la misma arañita ¡.

Aun cuando no existen registros históricos escritos, cuando Dios decidió abandonar el mundo por desfallecimiento divino, olvidó desactivar en el hombre el gen del culto, y hoy nos parece una gran verdad filosófica que el hombre inventó a Dios.

Hoy el culto sigue siendo un juego de fin de semana, y causa más daño en los no fieles que en los practicantes, porque mientras los creyentes pecan sin sonrojo, los infieles no saben donde esconderse a pecar.

Del hambre en el hombre con hambre

El presidente estaba loco. Era fácil decirlo luego de oírlo en su perorata vespertina. Era difícil no decirlo al verlo arribar de su recorrido matutino.

Aquella mañana prometió lo único que todos queríamos oír desde el primer día de su campaña. Todos terminamos mirándonos, en una complicidad increíble, tratando de creer lo que los oídos escuchaban.

¡ Amigos, hoy inauguro para siempre, el día del hambre, dijo, en un gesto de llenura. ¡ Qué magia increíble que alguien pueda complacer a los pocos que lo tienen todo sin afectar a los muchos que no tienen nada ¡.

Pavoneado de todos los días inventados, desde el día de los presidentes hasta el día de la madre, desde el día de todos los santos hasta el de ningún santo, inaugurar el día mundial del hambre era la culminación de una gloria inmarcesible. ¡ Era tanto como sentar al lado del soldado desconocido la estatua del soldado conocido ¡

El presidente estaba loco y sus súbditos celebrábamos con la razón los pecados del estómago.

En la ley de la república que estableció el día del hambre se especificaba sin jurisprudencia de embeleco, que la orden se iniciaba a las doce de la noche del día A hasta las doce de la noche del día B. Aquel día supimos la gloria de haber aprendido el alfabeto en un país de analfabetos.

El hambre en el país empezaba a desfallecer ante la arremetida de un presidente que la había sentido de cerca, la mañana de domingo que no pudo desayunar a las 7 de la mañana. ¡ Aquel día supo lo que era el hambre, y prometió hacérsela sentir únicamente a sus enemigos ¡

El primer día de hambre en su país fue todo un éxito. ¡ No hubo necesidad de derrochar millones, sólo sentir lo que sienten los que lo tienen todo ¡. El ayuno total era la mejor manera de combatir el hambre generalizada.

La única vez que vi a un presidente aclamado de verdad sin los rigores de séquitos que promueven los vítores de rigor, fue aquella noche al final del día del hambre.

Al día siguiente ante sus ministros, prometió que el país tendría más días de hambre. Y nuestro presidente no era una persona de promesas, cumplía largamente lo prometido.

El presidente estaba cuerdo la tarde de julio en que entregó el poder, cuando sus súbditos locos de hambre le exigieron con el puño en alto más días de poder.

Había logrado pausadamente pasar del día de hambre, a la semana de hambre, al mes de hambre, al año de hambre, al gobierno del hambre. Nunca ningún gobierno había logrado tal consenso en un tema tan álgido, ¡ el consenso vital sobre lo inevitable, el hambre ¡.

En nuestro país todo dio al traste la siguiente tarde de agosto, cuando un burgomaestre desconocido, subió al poder con el cuento de hadas del día sin hambre.

Era más fácil repartir el hambre que estaba silvestre en todos los rincones de la patria, que repartir viandas a granel en un país edénico donde estaba todo por inventar.

A los cinco días de fallidos días de hambre, el burgomaestre resolvió remediar el problema repartiendo bendiciones diarias por televisión. Aún quedan cajas por ahí.

El presidente que inventó el hambre estaba loco cuando neutralizó el hambre con la única vacuna que sanaba el hambre: el hambre. El burgomaestre que intentó erradicar el hambre estuvo cuerdo hasta el día en que empezó a repartir bendiciones.

El hall de la fama los tendrá a los dos para engrandecimiento de la historia. Ninguno de ellos sobrevivirá para contarlo, ¡ el hambre es traicionera ¡.

El mundo está lleno de hombres, sólo faltan hombres

Hoy vi al hombre nuevo; iba de paisano y se subió al transporte urbano, como cualquier hombre corriente.

Y era difícil su diferenciación, porque el mundo está lleno de hombres, y ninguno lleva escrito en la frente lo que su corazón siente. El hombre aprendió las letras para aprender a escribir sus urgencias, pero no para obligarse a cifrar su estado interior, ¡y menos en la frente¡.

Aquel hombre nuevo, vestido como todos los hombres, estaba desprovisto de algo que los demás hombres llevaban con temblor de piernas, ¡ se había quitado de encima el egoísmo ¡.

Le pregunté la manera, y con gesto suave, tocándome el hombro, sin afanes, me dio la respuesta cumbre: ¡ la memoria ¡.

¿ La memoria ? ¿ Quiere decir que para ser un hombre nuevo se necesita cambiar de memoria y empezar con una memoria nueva ?.

No, no me ha entendido, dijo, para ser un hombre nuevo solamente se necesita no tener memoria.

Y se alejó feliz, con esa felicidad eterna que sólo he visto en los locos de mi pueblo.

El oro de la vida

Hoy vivo, dice el filósofo, y siempre parece dispuesto a morir.

Hoy debo vivir, dice el vivo, y vive. Hoy debo vivir, dice el necesitado, y vive de los demás. Hoy debo vivir, dice el sacerdote, y ora, y vive de dios y de los demás. Hoy vivo, dice el filósofo, y siempre parece dispuesto a morir, y vive para los demás.

La naturaleza enseña que la mejor forma de vivir, es en sociedad, e individuo que se margine de ella, perecerá sin falta. Yo digo que perecerá, ya sea con falta o sin falta, la naturaleza también enseña que en la naturaleza nada falta, como ocurre con el todo.

De la misma forma que no podemos hacer todo al mismo tiempo, esa circunstancia salva el presente, mientras el resto sucede.

Pero ciertamente, podemos hacer algo por alguien, mientras el futuro sucede. Gritar que el mundo debe vivir, me parece soberbio, gritar que la vida debe vivir, me parece absoluto. No debemos gritar, la vida discurre entre susurros de instantes y hacemos algo por alguien si dejamos soñar, si dejamos de gritar.

Si soñamos la vida despiertos, quizá logremos prolongar los sueños, quizá logremos acortar la vida. El filósofo prefiere un botón de oro en su chaleco, a los montones de carbón en su heredad.

El consejo de hoy es no desperdiciemos la vida, hagámoslo únicamente con el tiempo. Si el tiempo es oro, ¿ habrá algún material que pueda asimilarse a la vida ? El agua es vida, y como el tiempo algún día llegará a ser de oro.

¡ Preocupémonos el día cuando sólo halla oro para comer y oro para beber ¡


El tiempo juega a los dados

¡ A veces la inmortalidad no parece real si no hace fuego en nuestro corazón de tela ¡.

El prestidigitador parecía un triunfador, pues su rostro de realidad se adelantaba un segundo a la realidad de miedo de sus observadores. Aquella tarde, frente al semáforo jugaba con fuego, y a nadie parecía importarle. ¡ A veces la inmortalidad no parece real si no hace fuego en nuestro corazón de tela ¡.

Los carros se arremolinaban igualmente tras el semáforo, y los cambios de luz les parecían minutos y horas, medidos en el reloj de afán de los conductores, que sin darse cuenta cambiaban vida real por vida de colores.

¡Y la realidad del instante parece cambiar, cuando la vida granea segundos a la mazorca de la vida o cuando el instante roba segundos al relámpago¡. El prestidigitador iniciaba una danza del fuego cada vez que la luz indicaba rojo, cuando los ojos apurados de los conductores abrevaban en la espera ordenada del tráfico incesante.

Y en un santiamén de miedo encendía un leño y lo lanzaba al aire, y encendía uno más, y otro y otro, en una sumatoria de leños en el aire, que se multiplicaban con la altura y que iluminaban con fuegos los ojos despavoridos de los conductores que ya no podían quitar los ojos de esos fuegos fatuos que bailoteaban sin descanso.

Alcancé a contar diez leños cabrioleando en el espacio, donde cada uno de ellos describía una elíptica impecable sobre un eje imaginario que coincidía con el corazón del artista lacerante.

De la misma forma relampagueante como los leños se encendieron, cada uno de ellos se fue apagando en ese universo improvisado, y los ojos avizorantes del público cautivo pudieron observar por fin el rostro sudoroso del danzante. ¡Un negro chocoano, sin camisa y enfundado apenas en unos pantalones que nunca fueron suyos, babeaba una sonrisa sin miedo que si era suya, y empuñaba un sombrero vueltiao que pasaba por entre los carros a la espera de la limosna que le permitiera segur con vida para seguir con el espectáculo¡.

Terminada la función se recostaba en el semáforo hasta ver pasar su audiencia, en una espera que era de minutos, pero que fue de horas si sumamos todos los afanes avasallados por el fuego.

Aquel hombre de color, sin querer había regalado vida de color, a muchos transeúntes de vehículo, que quizás desprecien a un negro de fuego, que marcó con un minuto de leño sus vidas de carreras. ¡Aquella inmortalidad de segundos alimentó la vida de una persona, que por unas monedas fue capaz de armar una tormenta en un vaso de fuego, pero igualmente robó a su vida horas de vida si sumas cada minuto de vida de las vidas que estuvieron expectantes¡.

Cuando hablas a más de una persona, sea dos, el tiempo que tomas de los demás es el doble de tu tiempo, en una aritmética donde uno es igual a dos. Y no pensemos si son más de dos, porque se dará el caso del prestidigitador que rompiendo todas las matemáticas en repetidos espectáculos se quedará con todo nuestro tiempo. Algún día dios facturará a ese tiempo el IVA.

¡Perdónenme su tiempo, amigos, pero cual prestidigitador, en mi sombrero he encontrado mas que monedas, su tiempo¡.


El todo y la nada, al espejo

¡La imaginación alterada y unos nervios exacerbados son el caldo de cultivo para ficciones como el infinito y la eternidad ¡.

Desde la parte alta de la ciudad creo ver desde las bellezas más extrañamente obvias, hasta las miserias más caprichosamente recónditas. Nada escapa a la vista arrolladora que lo observa todo, que lo escruta todo. ¡ Las alturas son las aves del universo y en ese estado el hombre siente plumas en la piel ¡.

En el todo pervive el espíritu humano, cuando puede observarlo todo, casa por casa y cosa por cosa, hombre por hombre, espejo por espejo. A veces denominamos esa habilidad cualitativa como la ley de la visibilidad, y la definimos con aquella francota realidad aritmética de dos más dos son cuatro. ¡ Y saltamos cual si hubiésemos descubierto el agua tibia ¡, y sentamos la teoría de que nada puede esconderse bajo el sol, ¡ todo es visible, hasta lo invisible ¡. Es lo que se podría denominar la penuria entre el infrarrojo y la realidad, ¡ la desnudez de dios ¡.

Y si la ciencia se ha encargado de difundir la idea de la realidad ineludible y de la inescapatoria presente, la seudo ciencia por su parte, también ha hecho su parte, y enseña la ciencia de otra ciencia, el ocultismo. Y mil ramas se desprenden de las ciencias visibles que alimentan las ciencias ocultas, y se llega a decir que todo lo inexplicable está oculto a los ojos de los no iniciados, y el hombre se desvía del camino sencillo para torturar su sencillez con lo recóndito y abstruso. ¡ Lo inexplicable agota nuestra imaginación hasta provocarle mareos epilépticos que convierten nuestra voluntad en una tabla rasa sin números y algunas letras ¡ ¡La imaginación alterada y unos nervios exacerbados son el caldo de cultivo para ficciones como el infinito y la eternidad ¡.

Siempre en las horas de la madrugada, desde mi atalaya de vida, puedo ver pasar la vida a mis pies. Y distingo la real de los minutos, y la irreal de los periódicos. Y veo pasar las personas, muy pocas en verdad, que arrastran con sus pies su vida y sus sueños, hablando para sí cual solitarios irreductibles. ¡ La vida individual, tan baladí para los demás, es grande, demasiado grande para cada individuo, y no se ve desde las atalayas ¡. La gran paradoja de la vida : no vemos lo grande, aun cuando sí percibimos lo pequeño, ¡ pero grullo se quedó sin asideros y el hombre sin querer se metió en el microscopio ¡.

Trato entonces de ver la vida que no se puede ver, y la hurgo en cada individuo al mediodía, cuando la vida se ha desflorado en la cotidianidad, y entonces descubro que a mayor número de individuos que invaden mi privacidad es más oscura la realidad de sus vidas, y poco sé que nada sé de los individuos. ¡ En cada ser que analizamos, poco aprendemos de su realidad de vida, y mucho se llevan de la nuestra con su indiferencia a pasos y a voces solitarias ¡. ¡ Cada hombre enseña a su semejante una realidad exterior que parece cierta, pero que sólo es la pausada verdad de un león que se desliza cauteloso tras su presa ¡

Si la vida del hombre fuera un espejo, muchos volarían por ahí rotos, despedazados en mil deseos, en tanto que algunos de nosotros, desde muy temprano desde alguna atalaya, estaríamos buscando comercios abiertos para reponer el roto del día siguiente.

Algún día los espejos se venderán lustrosos, cual videos, para mostrar la historia de los hombres en video y mientras leemos esas historias en imágenes, es posible que la vida se nos huya, sin poder plasmar esa otra historia inexistente, la vida nuestra.

El hombre inventó la literatura, para saltarse con demagogia dialéctica su realidad de papel, y distraer lo visible con lo invisible, en tejemanejes filosóficos. ¡Los escritores son animales nativos que a la sombra de la extinción sobrevivirán todas las catástrofes y todas las economías¡ Guardadas proporciones, son las cucarachas en papel de nuestro planeta, y han sobrevivido a todos los naufragios. ¡ Talvez no sobrevivan al hombre en el espejo ¡.


El hombre también creó el optimismo

¡Y las cavernas adornaron sus noches con días de luz al calor de antorchas que parecían dorar el tiempo por venir¡.


De cada diez personas que se entrevistan, once de ellas juzgan que miran la vida con optimismo. Y éste inventario salva la vida y salva la patria.

Si optimismo es la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable, el género humano con su propensión estadística está dando una lección de fuerza y trapío.

Porque el hombre eligió el optimismo cuando prefirió lo racional y abandonó la senda original de la incultura, y optó por el sedentarismo del mañana vuelto confianza. Y ya sentado sobre las piedras del camino por recorrer, juró con optimismo que recorrería el mundo desde su asiento de roca más placentero. Y fundó hordas, que fundaron pueblos, que fundarían ciudades, que fundarían metrópolis.

Y el hombre inauguró el optimismo cuando desde cielo abierto, condujo su horda a fuente segura, e impuso su idea de ideas: ¡ la caverna ¡, ¡ qué optimismo de la luz ¡, ¡ qué optimismo de sueño ¡. Desde este punto de vista, hay optimismo hasta en el último de nuestros cavernícolas. Las cavernas de hoy, expresiones de las primeras, son más cómodas en una réplica del avanzado optimismo del hombre.

Y el hombre inauguró el sentido de la oscuridad, cuando buscándola huyó de ella con el otro inventó que revolucionó al hombre, la luz. Y el fuego se hizo hombre con el ulular de nuestros primeros antepasados que pudieron tejer los primeros pensamientos al calor de una fogata de espectáculo.

Y las cavernas adornaron sus noches con días de luz al calor de antorchas que parecían dorar el tiempo por venir.

Y optaron por la cultura y la caverna dio paso a la galería, y la galería a optimistas de brocha primero y de pincel después, y hoy a artistas ¡ cavernícolas de atar ¡, que vieron en el optimismo del hombre una manera de plasmar en grafías el trabajo que desde muy adentro del cerebro les dictaba una neurona descarriada con fiebre de optimismo.

Y el optimismo le dio al hombre la idea de dios, y sin más esperanza le dio vida para darse vida, y creo más dioses para que lo acompañaran en su tarea encomiable, y hoy dios junto a mas dioses enseñorea el universo, de la mano del hombre vuelto eterno.

El hombre hoy se siente el rey del universo, y considero que es la mayor satisfacción lograda, ¡ lástima que sean tan poquitos los reyes ¡. Algún día todos seremos reyes, el máximo optimismo por lograr, lastima que no alcancen los vasallos para tantos reinos ¡

Por ahora, mientras el reino del optimismo se prepara por ahí, soy de la idea de vivir la vida con el optimismo del día que corre y del mañana que llega, sin manearlo con intenciones sordas y sin asustarlo con reinos de dioses lejanos. Pequemos de a poquito, y perdonemos de a poquito, es una ley estadística que también procura buenos resultados, aun cuando a veces fuertes dolores de cabeza. ¡ El colmo del optimismo: la aspirina ¡.


De unos pacientes que pacen

¡Mientras el camello es el símbolo de la paciencia vuelta vida, el átomo es el símbolo de la impaciencia vuelta nada¡.

El diccionario define la palabra paciencia como la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Y las personas que padecen o soportan son los pacientes, y pacientes los encontramos todos los días en las miles de salas de espera del mundo entero. ¡ Qué paciencia de loor ¡ Aquí la paciencia es sinónimo de dolor y enfermedad.

Y se encuentran pacientes cuando en un paradero de bus, los rostros somnolientos aguardan el transporte de ruta, a la espera de su ruta de turno, y prueban la calidad de paciencia por cada cuarto de hora que les calcina el tiempo. ¡ Qué paciencia de metro ¡ Aquí la paciencia es sinónimo de trabajo.

Y se encuentran pacientes cuando en las oficinas públicas, los rostros igual de somnolientos, aguardan en cola interminable una atención de necesidad, para resolver una gestión que sólo es de interés económico y político para la entidad pública. ¡ Qué paciencia de rogativa por la patria ¡ Aquí la paciencia es sinónimo de impuestos.

Y se encuentran pacientes cuando en las entidades bancarias, los mismos rostros somnolientos, siguen aguardando en colas de nunca acabar, la mendincancia de una atención de afán para hacer sus pagos de servicios públicos y sus consignaciones de melancolía. ¡ Qué paciencia de servicio ¡. Aquí la paciencia es sinónimo de corte y corten.

Y se encuentran pacientes que no hacen colas con el cuerpo sino con el espíritu, desde sus propias viviendas, a la espera de un telegrama que les anuncie que su mesada de pobreza está servida, para poder correr a discriminarla en listas de gastos de papel. ¡ Que paciencia de soledad y qué paciencia de sobrevivencia ¡. Aquí la paciencia es sinónimo de longevidad y pobreza.

Y he visto pacientes ataviados de mil galas y colores, en colas de días y de horas, que retuercen en su imaginación un show estelar de artistas y goles, y pueden esperar al ciento por uno bíblico, hasta que sus ídolos premian su paciencia con gozos de gallo y minutos de salutación. ¡ Qué paciencia de espectáculo ¡ Aquí la paciencia es sinónimo de fanatismo ¡.

Y he visto pacientes carentes de atavíos y de derechos, que deambulan por ahí y que pululan por doquier, que sólo piden por necesidad y roban de ocasión a otros pacientes que coinciden en su territorio, y enseñan en su paciente robar a pacientes transeúntes que la naturaleza es la única que aplica sin temores la ley de la compensación. ¡ Qué paciencia de ladrones que tortura de pacientes ¡. Aquí la pobreza es sinónimo de ley, y la ley sinónimo de fuerza. Y la fuerza pública por ahí apacientando sus armas de concurso.

Y he visto a los últimos pacientes llamarse los primeros, en multitudinarias celebraciones litúrgicas de ablación, orando con credulidad de recién nacido, a la espera de un dios todopoderoso con un morral más grande que el deseo de los hombres, para que les quite de encima la impaciente desazón de un mundo de inequidad. ¡ Que paciencia de pacientes de dios ¡ Qué paciencia de dios, que parece ser el padre de la misma ¡.

Hoy aprendí que la paciencia es un don diario que dios reparte en moneditas de papel, y que premiará con felicidad a aquellos que logren aprenderla de memoria.¡ Los mejores estudiantes harán su tesis vital a la hora de la muerte, y aclamarán el cuento de la resurrección ¡. La vida sin paciencia no es vida, es muerte, todo lo demás es impaciencia.

El miedo y el medio, dos miedos

¡ Y el joven venció el miedo con el miedo, y dividió el miedo en una aritmética de miedo ¡

El hombre nunca se acostumbra a lo desconocido, y lo evita con criterio, si es de noche, y lo observa como dios, si es de día.

El llanto del recién nacido, es la prueba inicial de que el medio nuevo, desconocido, alucinado, nos pone tensos, y mueve hasta nuestros resortes primigenios: ¡hacen su entrada al mundo las necesidades primarias, y el hombre hecho criatura inaugura su entrada triunfal de miedo con llanto, sudor y evacuaciones ¡. Y el hombre con los pies puestos en lo ignoto, bulle mil ideas, y se aferra al medio, y con la ayuda de la imaginación más que de los demás, aprende vía láctea la costumbre del miedo.

¡ El miedo es el medio que la vida ideó en el hombre para saltar la barrera de la irracionalidad y devolverse a mirar su carrera de estampida ¡.

El niño ve en el miedo la urgencia de una educación que le mate los temores, o en su defecto, que se los enmascare, y juega juegos de realidad en días de brujas de ficción, y aprende el arte de dominar el miedo untándole más miedo al medio.

¡Cuando la educación de miedo era el día a día de las aulas, el niño nunca la miró como la cenicienta en el paseo de la vida, sino como la amalgama que le curaba la piel de los otros miedos¡ ¡ Y el joven venció el miedo con el miedo, y dividió el miedo en una aritmética de miedo ¡

Hoy la sicología enseña que los miedos son temores del pasado de fantasmas sin nombre, y vende curaciones de pavor a punta de jabones de dislexia en listados de nombres con fantasmas.

Y se vence el miedo con victorias pírricas de dialéctica de pueblo, cada vez que logramos superar el día que ya pasó y la noche que llegará con sus fantasmas de película.

El último miedo que el hombre vence es la muerte, y logra hacerlo un día después de la muerte, con un rostro sin pudor de miedo y unos ojos desconocidos al fin encajados en los linderos de un mal que le siguió los pasos hasta que lo apabulló. ¡ La tumba al fin le aclara lo infundado de sus miedos ¡. Al otro lado de la nada no había sino eso, ¡nada¡..

Caminamos los caminos conocidos con total tranquilidad, porque olvidamos por los demás temores que algún día de antaño estos caminos de hoy también fueron caminos no hollados del pasado. Los caminos desconocidos no los caminamos, y esperamos que otros los caminen y fijen las tarifas del miedo del futuro.

Señores, la única diferencia entre el pasado y el futuro, es el miedo. Todo lo demás es puro miedo.