LA NATURALEZA TAMBIÉN TIENE LA CULPA

“una ceguera que no parece de la vista sino de la memoria”

Bajo el torrencial aguacero que se desgajaba sin piedad y que inundaba todo lo que abarcaba la vista, apiñado al alar del hipermercado de moda, y con el periódico del día bajo el brazo, tuve el presentimiento que la naturaleza estaba ciega. ¡Y también húmeda ¡, añadiría algún transeúnte paranormal adivinando mi pensamiento.

Y es ciega cuando sin consultar reparte sus dones a manos llenas y a borbotones, sin medir distancias y sin contar cabezas, en una ceguera que no parece de la vista sino de la memoria, cuando nos llena repletándonos (luz, tiempo, aire) y cuando nos sacia hasta el hartazgo, empapándonos, como ahora.

Paso a creer que los ojos de la naturaleza son nuestros ojos, y vemos lo que percibimos cual lazarillos de la naturaleza para crearnos una realidad verdadera, y no esa otra realidad que fantasea en nuestra imaginación oral.

Somos la medida de la ceguera de la naturaleza, y lo bueno que percibimos es una sensación amañada de nuestro recóndito deseo por lo que queremos: ¡ Nuestro afán mortal de querer con el deseo ¡.

Sin temor a equivocarme puedo afirmar que la ceguera de la naturaleza es más una ceguera límpida en el corazón del hombre que lo anhela todo, y la injuria todos los días cuando las cosas no salen como quisiera, y no un estado de conciencia creado por un dios desahuciado del olimpo.

Somos entre todos los animales los únicos que tenemos el don de la murmuración, pero nada más. ¡La naturaleza es como la olla a presión que da rienda suelta a la explosión a través de la murmuración¡ pero nada más, porque adentro todo sigue igual en nuestro síndrome vital, ¡ refrescándonos a cien grados de temperatura ¡.

La murmuración y la oración, dos clásicos de la provincia humana, que el hombre inventó la primera tarde de la vida cuando todo le salió al revés.

Lo natural es lo vital, lo que existe, lo que la naturaleza entrega a borbotones, ¡ como ésta lluvia de inclemencia que ya empieza a resfriarme el alma ¡; lo artificial es lo prefabricado, lo creado por el hombre en su descomunal camino hacia su propio ensimismamiento divino.

El día que el hombre invente el sol nocturno, habremos cavado la primera tumba del hombre natural, y habremos puesto la primera piedra en esa naturaleza ficticia y hechicera del hombre de plástico, y podremos sustituir la naturaleza natural ciega, por esa otra vidente y amañada de chip en las gónadas.

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