CAMINO DE FEDERICO

Federico Nietzsche se consideraba feliz con tener a alguien que sufriese sus discursos. No era extraño que así lo fuera; en los genios perdura la urgencia del corro. Los genios no se sufren mutuamente, nadie ha visto tal choque de trenes.

El genio es eso, necesidad de sembrar en alguien el germen que no deja dormir. ¡ Qué rostro más angelical cubriría la faz de nuestro filósofo en reposo, luego que sus jornadas del pensamiento habían logrado penetrar la memoria del mundo ¡.

Estas reflexiones acosaban al maestro, cuando de entre la multitud que se desplazaba urgida, surgió una dama, algo años y algo alocada, que arrebujándose a sus pies así le dijo:

Maestro, acabo de ver a Dios, y necesito con urgencia que alguien escuche mis visiones, sin preguntas y sin respuestas.

El maestro sin inmutarse, calladamente, así escuchó a su interlocutora, que parecía querer deshacerse de una víbora que le estrechaba la memoria.

La mujer se había sentado a oír a Dios, durante horas, durante días, durante meses, durante años, y su pensamiento más que su voz aún resonaba en su memoria. Pero no le preocupaban sus pensamientos, ni sus enseñanzas, ni sus recomendaciones, le preocupaba su salud. Dios huía de este mundo, parecía aburrido, como desencantado de su creación, y corría a buscar otros estadios, otros mundos menos inmunes a Dios.

Inmune a la muerte, la mujer reposaba ahora a los pies del maestro, con el mismo rostro angelical que cubría el rostro de Federico cuando consideraba feliz que tuvo alguien que sufrió sus discursos.

Al atardecer la policía recogió el cuerpo de la mujer, que nunca logró recuperarse del estado de postración a la que la llevó su desmesurada atención. En su corpiño encontraron, una perfumada hoja de papel, en la que un autógrafo clamaba: con todo aprecio, Dios.

El maestro caminó pensativo hacia la noche, pensando en el corro de personas, que de a una, día a día, u hoy a hoy, captaban sus enseñanzas de papel, en un mundo que se quedó sin dioses de papel y sin superhombres.

DE MADRUGADA

Aquella madrugada de año nuevo, sin dejar de mirar a cada persona, el maestro se dio a la metódica tarea de estrenar el año, cual Zaratustra de carnaval.

Y sin hablar a nadie, habló a todos. Hablar solo se había vuelto un ejercicio de muchedumbres. Peroró en el desierto de las multitudes, sobre el genio y el hábito.

Recordó que el hábito recrea nuestra mente con ficciones imaginarias, mientras solazamos nuestras manos con labores de artesanía. El hábito es al arte, cual la enseñanza es a la sabiduría. El hábito hace nuestra mano más ágil. El hábito deja volar, en tanto que los dedos cantan la única canción que conocen. El hábito mantiene prisionero el cuerpo, no la mente, que se desplaza a otras prisiones para mirar otros prisioneros. El hábito como la naturaleza, proporcionan los medios para sobrevivir. El hábito no hace al monje, el monje lo confecciona con su hábito.

Rememoró que el genio, en cambio, recrea nuestra mente con realidades imaginarias, en tanto nuestras manos aletean aterrizajes de emergencia. El genio no es arte contemporáneo, es arte nuevo, es arte aún hirviendo. El genio hace nuestra mente más ágil. El genio vuela y planea, en tanto muerde un durazno de fantasía. El genio no busca prisioneros en el cielo porque no entiende su presencia en el liberado mar que asoma a su horizonte. El genio como la lluvia, a veces proporcionan los medios para sobrevivir, porque basta un maná de lluvia para sentir la realidad satisfecha. El genio no necesita ropaje, su desnudez lo cubre por completo, y biringo muestra su interior, desde su traje invisible.

El hábito es a las manos, como el genio es a la fantasía de la mente; porque existe la misma torpeza en las manos del genio que en las ideas del hábito, o la misma genialidad en las manos del hábito que en las ideas del genio.

Finalmente, sentado en la única piedra angular del camino, predijo que el mundo se llenará de hábitos en tanto corra a cubrir sus necesidades primarias, y se vaciará de genios día a día si consigue castrar en el hombre su tiempo libre con torpezas de ocupación.

Talvez algún día el mundo detenga su correr y se siente en la mesa del mundo, no a comer, sólo a hablar mientras nos vuelve a dar hambre. Cuando el fin del mundo sea el hambre, habremos invertido el fin del hombre.

Y el maestro consumió su maná solitario, en tanto se abría paso entre la multitud de voces que se repetían por los siglos de los siglos, feliz año nuevo, sin lograrlo por lo siglos de los siglos..

Bobos, se dijo, la felicidad no vive en los demás, yace escondida entre los equipajes de matorrales con que nos vamos llenando año a año. Es cuestión de volver a nacer…….

SOBRE LOS LIBROS

El día era cálido, con la sabiduría temperamental de las zonas frías. Y el maestro caminaba lentamente, al ritmo de su respiración imperturbable.

Un jovenzuelo que lo reconocía por sus respuestas sabias y displicentes, le alcanzó sin gran dificultad y le espetó de un tirón:

¿ Maestro, es verdad que en los libros puedo encontrar la respuesta a todas las preguntas ?

Mirando al piso, y sin reconocer al joven, el maestro respondió como si hablara consigo mismo:

“A la verdad, hijo, en los libros podrás encontrar todas las preguntas, sólo en tu mente estarán todas las respuestas”.

Y alejándose, murmuró como para sí mismo: “¡ y olvida prontamente las respuestas, porque en su búsqueda el hombre se hace ricamente viejo ¡”.

Y desapareció dejando tras de sí un aire de estrellas sonrojadas.

DEL AMOR

Dánae nunca supo como preguntar, pero aquel día, junto al maestro, necesitaba dilucidar la vida que se le escabullía entre las ideas. Y así preguntó:

Maestro, a sus años de amor, a sus sueños de amor, aún se piensa en el amor ?

Oh, hijo mía, has leído muchas fábulas, y la única que merecer ser vivida aún no la has leído: la fábula del amor.

El amor es un paraíso edénico, rodeado de aguas mansas por doquier, con la naturaleza haciendo corros sin parar, y el tiempo sin medir.

El amor es un mar impetuoso que duerme sin ronquidos, y que acama los mejores sueños en vaivenes de adormecimiento, sin espacios por medir.

El amor es una montaña mágica con un único asiento para dos, con una única atalaya para ver el mundo, y sin que aún hoy el mundo pueda vislumbrar los ojos del amor.

El amor es un camino en línea recta, que sigue sin parar, en un END que parece no tener fin. El amor juega visajes con la distancia, haciendo ver lejano lo inmediato, y aun mucho más lejano lo lejano. Cada recodo en los caminos es un muestrario de amores confundidos.

El amor es un árbol, es cada árbol, donde amores de fruición hacen engrandecer la sombra de ramajes que camuflan besos como cántico de hojas. Para el amor, todas las hojas son hojas frescas.

El amor es un buque fantasma sin fantasma, que sólo se detiene cuando el amor digita su clave de fantasía, y extendiendo su escalera de olas, deja subir todo su ímpetu fantasmal. Los fantasmas le temen al amor. El fantasma de fantasmas, es el fantasma del amor.

El amor es un reloj sin horario, con solo un minutero incansable que poco se afana por terminar de avanzar, porque con la huida del horario tiene todo el tiempo del mundo. En el amor el tiempo nunca cuenta, solo pasa, como en el río que nunca se repite.

El amor hija mío es todo, es vida, es muerte, es vigilia, es sueño, es hambre, es riqueza, es calor, es frío, es cercanía, es lejanía, es el universo.

Si el amor no existiera, no existirían los mundos, ni las estrellas, ni la luz, sólo la oscuridad. Cuando el amor no existía y estaba por nacer por generación necesaria, todo era caos y oscuridad. La luz fue inventada para ver la cara del amor.

…… pero y los años ? Los años, hija, son la medicina que la naturaleza inventó para curar la edad de amor. Nos aplana la ansiedad y nos rellena de ilusiones, contándonos en lirismos nuestras historietas mágicas imposibles de revivir. Cuando los años nos enseñorean el amor se vuelve libro, y el orgasmo de la senectud es la palabra amor por escribir.

El amor nunca envejece, acompaña al joven y al viejo, con la misma irracionalidad con la que desaparece. Al final, hija, nos damos cuenta que tampoco existe, y que sólo fue una bonita manera de pasar la vida preocupados. No sólo de amor vive el hombre, también de años.

Y el maestro corrió tras su último sueño: la realidad.

AQUI ENTRE NOS

Borges siempre quiso engarzar la mejor frase en el mejor pensamiento con el laconismo guerrillero de un dios de fuego.
Me gusta la siguiente, repasada de memoria: “El hombre debe inventar un juego en el que todos pierdan”.
Ah poeta, se te hizo agua el juego, como igual agua hizo el río en el que te querías bañar por siempre. ¡ No coincidimos ¡
Hay un juego en el que todos pierden, y ya lo inventó el hombre: dios.

LA CORRUPCIÓN NUESTRA DE CADA DÍA

El mundo no sabe aún qué causa mayor estrago universal, si la corrupción o la Naturaleza. Aquellos males inmediatos, que nos atosigan desde la madrugada, como la corrupción, parecen tan inmediatos que nos compelen a creer que de todos los males es el de desterrar primero. La Naturaleza por su parte, que siga haciendo su corrupción natural.

El hombre es corrupto por naturaleza, y en su defecto puede desplegar en su concurso todo un arsenal genético digno de un prestidigitador profesional.

Los grandes y pequeños artistas extienden todos sus atributos, en honor a esquilmar a las almas pobres que se creen ricas en sensiblerías.

Los grandes y pequeños políticos arguyen y diatriban en su favor por favores, que permiten arrodillar a todas las muchedumbres que no pueden pensar, porque el hambre como dormir son viscerales.

Las grandes muchedumbres están para ofrendarse, son frutas maduras a punto de desgajarse, son también corruptas, cuando declinan sus favores a favor del oferente de turno.

Es corrupto el vecino cuando con sus melosos Buenos Días trata por todos los medios de conservar la amistad del vecino, que tarde o temprano le prestará un servicio. Igual de corrupta a la vecina, que danzante y meliflua nos desea las Buenas Noches. Y hasta cuando saludamos de mala gana, estamos siendo corruptos, porque es una posición de estrategia defensiva para evitarnos males futuros.

Es corrupto el hijo, cuando pacato besa a sus seres queridos, para conservar un estado familiar que le es favorable y que le rinde los mejores tributos, y es corrupto el hijo que no se despide de sus seres queridos, sólo para presionar un alza en sus habituales estipendios de colegio y jornadas de cariño.

Es corrupto el novio, que se vale de las mil florituras para rendir a su dama, pero a su vez es corrupta la dama porque arrumaca su comportamiento a una docilidad corruptiva hasta obtener el deseado trofeo.

Es corrupto el chofer de bus cuando sonríe ofreciendo su vehículo para transportar, sintiendo en su interior ese afán ruinesco de salir corriendo, recibir el dinero, y no tener que saber de paraderos, frenazos y timbres aleccionadores.

Es corrupto el cura que habla maravillas de dios, y sin embargo genuflecta a la concurrencia para rendirle tributo al que todo lo puede porque todo lo exige, y arrodilla al mundo por un dios de salario a cambio de bendiciones increíbles. Es corrupta igualmente la concurrencia que acepta por favores celestiales sus favores terrenales, y finge un anonimato de dios, por un estrellato del cielo.

No conozco ninguna actividad del hombre donde la corrupción no tenga su académica entrada. Y sin embargo desde todos los rincones, los grandes tiradores del mundo, lanzan ráfagas contra la corrupción. Parece un mal pandémico, que todos llevamos encima pero que nadie quiere mostrar como fruto de la especialización de la vida y la muerte.

La corrupción es un bien que guardamos tan secretamente sabido como nuestras partes nobles. ¡Hay por ahí mucho loco que camina sin tapujos exhibiendo sin nobleza sus partes nobles¡. La corrupción desaparecerá del mundo el día que todos los hombres deambulen por ahí exhibiendo todas su partes nobles e innobles, sin rubor.

ESCOLIO DE UN ESCOLIO

Don Nicolás Gómez Dávila deja entrever en uno de sus escolios más dicientes:: “El más hondo silencio es el de una muchedumbre aterrada”

Los más hondos silencios son oscuros, sin voz ni voto, son los silencios de la inmensidad. El mar es el ejemplo clásico de muchedumbres. ¡Clama en silencio ante unos oídos que no le pueden ver y frente a unos ojos que no le pueden perdonar¡.

Los peces marinos observan aterrados el silencio del hombre que en muchedumbre clama su nudo gordiano. Para los animales somos unos animales incomprensibles.

Las muchedumbres aterradas fueron de ficción hasta el advenimiento de la televisión. Hoy apreciamos aterrados su silencio congelado. ¡Quizá aprendamos de su gélida lección¡.

Por lo menos el hombre cuenta hoy con aparatos que le permiten medir la profundidad del silencio.

Don Nicolás destapó con su frase un grito inconmensurable, y logró creer que no hay más territorios más allá del más hondo silencio: la muchedumbre de silencio.

Sí, Don Nicolás, más allá del silencio hay otro silencio, el silencio alborotado del silencio. ¡El universo está por descubrir la otra faceta del silencio: la muchedumbre del silencio¡.
Por ahora, y por hoy, el silencio más triste es el del nudo en la garganta. Falta por esculpir el discóbolo de la muchedumbre de los nudos.