Lo bello y lo feo, igual de bellos, igual de feos

¡Solamente lo feo tiene el derecho natural de aborrecerse a si mismo¡


El hombre empezó su desarrollo racional, aquel mediodía de agosto cuando prefirió la belleza a la fealdad. Y le rindió todos los tributos y la adornó con todos los placeres, hasta los más recónditos. Y la belleza se hizo sinónimo de vida. Y se inició el culto a la divinidad.

Y a la fealdad también le rindió tributos, casi siempre en sentido antagónico, en pruebas que no necesitaron triunfos, ni mimos ni lloros, sino simplezas sin nombre: los sentidos. Y la fealdad se hizo antónimo de vida. Y nacieron los últimos ateos.

La naturaleza siempre dota a todos sus seres de las herramientas necesarias para sobrevivir, aún a los menos favorecidos por ella. Lo hermoso atrae, imana, brilla, seduce, llama sin voces, cautiva sin música. Lo feo repugna, repele, opaca, repulsa, se esconde tras una voz, apresa con música.

Y lo natural bello en forma y envoltura, requiere interiores menos hermosos, atributos interiores menos exigentes, y lo bello se define como sólo bello, y nada más. Y el hombre bautizó lo bello como hermoso, y nada más. Lo bello es sólo la definición de si mismo. ¡Solamente lo bello tiene el derecho natural de definirse así mismo¡ Lo bello es el espejo del cuerpo, y la belleza inventó el espejo el romántico día que se enamoró de la imagen que el agua del estanque irradiaba lasciva, y la flechó desde aquel día. Y la belleza perdió la cabeza, y todo lo que en su interior existía.

Por su parte la fealdad en forma y envoltura, requiere interiores más acabados, más sofisticados en sus curvas internas, y lo feo se define como lo antiestético y nada más. Y el hombre bautizó lo feo como grotesco, y nada más. Lo feo llego a ser la definición de sí mismo. ¡Solamente lo feo tiene el derecho natural de aborrecerse a si mismo¡ Lo feo es el espejo del alma, y la fealdad sufrió su nombre el desastrado día que la belleza se descubrió en el estanque el espejo. Y la fealdad descubrió que debía dejar de mirar, y miró hacia dentro. ¡Conócete a ti mismo, era el consejo eterno del rey de los feos, Sócrates¡.

El hombre moderno sigue siendo victima de la cultura de la belleza. Sólo en muy contadas excepciones ha recurrido a ese otro culto dionisiaco, el culto a la personalidad.

Creo que dentro del equilibrio natural lo bello apesta interiores fofos, en tanto que lo feo clama interiores ricos. El día que el desbalance natural acopie solo bellezas totales, lo feo acopiara fealdades totales, y ese día la belleza desaparecerá de la faz de la tierra, perseguida, por si misma, porque la belleza no tendrá sombra.

Que viva lo bello¡. Que viva lo feo¡. Al fin y al cabo, es la creación una naturaleza de jurado, que sabe que para que existan seres felices se requieren seres infelices, que sumen lo máximo: ¡la cultura del cero¡.

Se que por cada belleza infeliz, hay por lo menos otras 99 felices, que aplauden su fealdad exterior que les permitió pasar inadvertidas, y gozar en silencio aquello público que lo bello no puede ocultar.

El premio de la fama es la belleza, y el de la belleza, la soledad. Sólo cuando la belleza abandona su trono, y decide levantarse la falta, entonces descubre la belleza que esconde la fealdad bajo la piel. ¡La piel de sapa, la describió un poeta, gran exponente de la fealdad¡.

La naturaleza inventó la muerte el día que encontró que la belleza se convirtió en fealdad. Ese día las mandó lapidar a las dos.


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