Un animal llamado hombre

De todos los animales, los felinos parecen los más fieros. Y ese parecer lo asociamos a la ferocidad que muestra un león tras su presa. O quizás lo asociamos, más que a la fiereza del depredador, al tamaño de la presa.

Un animal mata por instinto más que por brutalidad. ¡ Sólo un bruto mataría por gusto ¡. Un animal mata por obligación cuando está en peligro su propia sobrevivencia, y cuando su territorialidad está en riesgo. ¡ Solo un bruto mataría cuando persigue territorios que no puede abarcar sin abandonar sus territorios ¡.

Cuando el animal depredador sacia su hambre, cesa toda hostilidad, parece como si desconectara en su interior el motor destructivo que se enciende cada vez que la aguja de su estómago marca vacuum. ¡ La brutalidad animal se enciende cada vez que el hambre hace sonar las doce campanadas y adquiere luego una pesadez inteligente parecida a la perfección ¡.

De todos los animales, rectifico, los hombres parecen los más fieros. Y ese parecer lo asociamos a la ferocidad que muestra un hombre tras sus congéneres. O quizás lo asociamos, más que a la utilidad del depredador, al tamaño incompatible de su deseo.

El hombre es un animal que mata con el deseo, más que por brutalidad, y es capaz de llevar su brutalidad hasta el gusto, y es cuando mata con ira e intenso dolor. ¡ Sólo un bruto mataría por gusto y el hombre se convierte en un bruto ¡. Y tenemos leyes que favorecen esa brutalidad del gusto, escritas por idiotas útiles que redactaron sin querer leyes que alivian el instinto.

El hombre mata desde las aciagas épocas en que el hambre diluida abrió leyes de memoria que ordenaban: ¡ no matarás ¡. Saciada el hambre, no había razón para matar, y matar se convirtió en una religión de museo. Matar llegó a ser un deporte de enfermos mentales que no encontraban mayor placer que patear cráneos recortados de sus cuerpos.

Matar en el hombre llegó a ser el verbo que reemplazó al sustantivo que fue su vida anterior: caníbal. ¡ El hombre fue un bruto entre los brutos, cuando fue un caníbal para sí mismo, y superó el canibalismo cuando siguió matando por el placer de ver expirar a sus semejantes ¡.

He descubierto que el hombre nunca superó el canibalismo, y que aún cuando legisla, sólo está tratando de poner orden en el infeliz arte de matar. ¡ Lástima que antes matábamos para comer ¡, y hoy se mata por el deleite de destruir con el mismo regusto con que antes nos perseguíamos como presas.

Antes una presa bastaba por varios días, hoy en día podemos acabar todas las presas que podían abastecernos toda la vida. Prefiero el canibalismo del hambre, al difícil arte de matar sin hambre.

El día que la humanidad deba matar por un mendrugo de pan, estaremos muy cerca de nuestros orígenes: el canibalismo. El día que la humanidad deje de matar a sus congéneres por ideas, estaremos más cerca de la ley, pero más lejos de la naturaleza.

¡ Matar es la debilidad ideada por el hombre para sobrevivir a sí mismo, nacida de un miedo imaginario que le carcome los fundillos cuando mira por la ventana ¡.

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