LA GOTA QUE FALTA EN LA SOPA NUESTRA DE CADA DÍA

Hoy descubrí en las calles de mi vejez, el centro del universo. Estaba en la misma esquina donde se sentaba todos los días de tarde, y su bochorno no tenía límite. El centro del universo era mi yo.

Supe entonces que el universo tenía muchos centros, y que cada hombre tenía el suyo, y me confesé entonces que el universo no tenía centro. Un lugar plagado de dioses, es el único lugar donde no existen, pensé. Y pude saber entonces que el universo consta de otros universos, unos junto a otros, cada uno describiendo una órbita que parece única, y cada uno arrastrando tras de sí el día que llega y la orbita que sigue.

Pero había coincidencias en esos universos distintos que llegaban a hacerlos semejantes, coincidencias que remarcaban pragmáticamente las diferencias, y eran los estilos de yos. Y en ese mercado persa de los yos, pude mirarlos de reojo, y los vi de todas las figuras, de todos los tamaños, de todos los colores, de todos los gustos, de todos los vicios, de todas las necesidades, de todas las virtudes y de todas las intemperancias.

El hombre es el centro del microuniverso que lleva dentro, y es responsable irresponsablemente de los microuniversos que pisa inconscientemente. Y pisamos universos cuando nos preocupa más nuestro afán que el de los demás, cuando decimos no a preguntas que tratan de sacarnos un sí, cuando rechazamos a placer el dolor de los demás, cuando nos molesta que alguien nos pida pan porque estamos de pan hasta la epiglotis, y hasta cuando se agradece con desagradecimiento.

Hoy tomo conciencia, y miro el universo como una playa repleta de infinitos granos de microuniversos, con una ausencia: el mar, ¡y agua que llene ese mar¡ ¡Sólo en los libros de geografía del universo existen mares sin agua s de mar¡

Y esa agua de mar única es la HUMILDAD, esa masa gravitatoria que se encargará de cohesionar todas las partículas y de fotografiar ante el universo la majestuosidad de un paraíso terrenal de Biblia.

Y las piedras dan todos los días lecciones de humildad, ocupando el puesto natural que la naturaleza les asignó, movidas de allí únicamente por azarosos movimientos sobrenaturales. Y son felices en su mar.

Y las plantas dan todos los días ejemplares lecciones de humildad, ocupando el puesto natural que la naturaleza les designó, proveyendo su entorno de sus raíces, de sus tallos, de sus flores y de sus frutos, y no pidiendo a cambio nada más que lo necesario para seguir viviendo. Y son felices, y no se sienten urgentes, y son felices en su playa.

Y finalmente los animales también nos enseñan todos los días sus lecciones de humildad, tomando de la naturaleza en la medida de su urgencia inmediata y retornando a ella agradecidos sus productos orgánicos que reciclarán de nuevo otras formas de vida. Y también son felices, y no se sienten necesarios.

La mejor enseñanza de la humildad relucirá el día que entendamos que el universo ha existido sin nosotros y puede seguir existiendo, incluso sin nosotros. A veces nos comportamos como la piedra filosofal en el zapato de la humildad. Una humildad descalza es la mejor forma de caminar en este tapiz de playa que es la vida.

Los gobernantes ayudarán con esta propuesta de vida, si en lugar de obras suntuarias se dedican a inaugurar estadios de humildad.

No hay comentarios.: