El hombre, ¿ un mal del hambre ?

¡ El hambre la imponen a muerte los que desean cada día tener más cosas qué comer ¡


Entre todas las necesidades que estrasijan a los seres, el hambre ocupa un lugar extraño en la alacena de los hombres: el primero.

Y no porque aguantar hambre sea la panacea del mundo del futuro, o porque algún científico haya descubierto que soportar hambre de cuando en cuando, cure el cáncer o un Parkinson precoz.

El hombre ha aguantado hambre desde el primer día de la creación. Aguanta hambre cuando duerme, y aguanta hambre cuando sueñe. ¡ Se aguanta más hambre incluso cuando se piensa con las ganas del deseo ¡

Algún virtuoso de la digestión encontró que una forma de exacerbar la virtud es puliéndola a través del hambre del hombre. ¡ Es la virtud adornada de los hábitos de pobreza de la sociedad del hambre ¡. ¡ El hambre la imponen a muerte los que desean cada día tener más cosas qué comer ¡

Los sacerdotes desarrollaron la ciencia del hambre en los demás, con los ayunos descomunales de sus viernes santos de tortura. Y fue tal su éxito repentino sobre el hombre con pretensiones de inmortalidad, que el hambre se enseñó como el pan de cada día para curar la insania de unos pecados que poco tenían que ver con el hartazgo.¡ Los pecados de la carne pagaron su diezmo en las virtudes del ayuno y se ayunó con ansias de pecar al compás de oraciones de perdón y olvido ¡

Pero está bien que dios mismo enseñe el incordio del hambre como una solución al mundo del hombre espirituoso. ¡ Nadie está obligado a creer en dioses de inapetencia que enseñan las bondades de una vida risueña en el ayuno y la privación, a cambio de cánticos celestiales en un comedor opíparo de epulón y lázaros ¡.

Y el hombre inventó la biblia para curar el hambre con versículos de amor y llenar su corazón y estómago con palabras de sutileza y de ficción.

Y el hombre inventó los códigos y las constituciones, en todos los países y en todos los tiempos, y escribió como un dios inmortal la salvación del hombre: el primer derecho del hombre es la vida. El hombre, así como al día lunes lo llamó lunes, así mismo a la vida la llamo no hambre, y desde ese día todos los códigos y constituciones del mundo hablan de su lucha contra el hambre, la enemiga de la vida. Y desde ese día el hombre decretó que el día de no hambre no existe, y se tomó tan en serio la afirmación, que cada vez que lo quiere reconocer, vuelve a leerlo en su constitución de cabecera.

El hombre a diferencia de dios, logró desterrar el hambre de la tierra, de la manera más sencilla del mundo: ¡ por decreto ¡. Y los señores de las leyes duermen el sueño del hartazgo, muy convencidos en sus cerebros digestivos que contribuyeron a salvar el mundo real con sus ideas de cuchara.

Hoy vi al burro Miguel comiendo papel de la caneca de la esquina, y por su cara pude colegir que el burro consumía las leyes que lo condenaban a un mundo sin hambre de papel. ¡Los burros rumian papel cuando no encuentran en sus alrededores el pasto de cada día¡ ¡A un burro se le puede pedir hasta que piense, pero no que deje de rumiar, es la única filosofía que mueve su maquinaria de solípedo en apuros¡

Cada día mueren de hambre en el mundo 100.000 personas. Y morirán más en las siguientes horas, mientras sigamos esperando que las soluciones de los platos se logren en las mesas de los hartos y en las camas de los virtuosos. ¡Dios salió de prisa¡.

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