LA PAZ DE LA GUERRA EN PAZ

Muy laudable labor cumple quien compromete su tiempo y su vida en tratar de sembrar de paz terrenos inhóspitos, porque puede sin querer ser instrumento de soterrados intereses particulares o porque puede con querer ser instrumento de claros intereses personales: la historia.

Muy pocos hombres en la historia del hombre pueden darse ése título de instrumentos de paz, primero porque la historia siempre será muy corta para contar todas las historias verosímiles, y segundo porque en la historia no caben todas las historias.

Y de los pocos que logran desafiar la vida comprometiéndose con la muerte y que juegan el papel de su vida al filo de la palabra, admiro a Mahatma Gandhi, porque supo poner su vida por encima de los intereses personales con armas tan elementales como la imaginación y la firmeza. Parece que una imaginación firme es la clave secreta para llegarle a los oídos del mundo. Su otra defensa secreta: las armas no convencionales.

Quien da su vida por los demás debe gozar de la locura instantánea del éxtasis de la historia, como el padre que da la vida por su hija en peligro de asalto. La vida está llena de tantos éxtasis pasajeros, que no sabemos si ése éxtasis imparable que es el juego de la ruleta de la muerte deba mirarse como una cualidad de cultivo o como una aberración de dios. Hay algo de dios en el que inmola su vida.

El mundo está llenó de muchos hombres que hacen la guerra sin llegar a la muerte, pero que la usan como un instrumento para llegar a sus vidas. No nacen muchos Gandhis en estos tiempos que corren, antes bien los No Gandhis se multiplican en películas de estreno.

Se dice que la paz de todos es la suma de la paz interior de cada uno. ¡ Pobres lideres del mundo que tratan de enseñarnos de paz cuando sus mundos interiores están repletos de insidia y asechanza ¡. ¡ Pobres líderes de la insurgencia que tratan de sembrar la paz interior para volcar su odio sobre la paz de los demás ¡.

Creo que contribuiríamos en gran medida a la paz del mundo, si apresamos a los lideres de la paz en el mundo y los encerramos a pan y agua por cien años. Una de dos, o se eliminan entre ellos, o fuman la pipa de la paz. Las catacumbas de las pirámides están llenas de esqueletos de guerra, y nuestros líderes de la guerra por la paz merecen faraónicas jaulas que exhiban sus esqueletos de paz.

La paz del mundo no amparará al hombre de la muerte, pero si prolongará su agonía mientras aprueba otras formas retorcidas de desaparecer.

Definitivamente la racionalidad del futuro no nos permite mirar el regalo grácil de la mañana que llega: ¡ buenos días, mortal hermano ¡.

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