Abstracciones pasajeras sobre la eternidad

Sólo perdura lo que permanece en el tiempo. Y únicamente subsiste lo que no se acaba. Y acuñamos el término eterno para señalar todo lo que persiste en el tiempo, aún contra su voluntad.

Pero del mismo modo a todo lo que no logra sobreponerse al paso del tiempo, lo denominamos mortal. Y es mortal el día, y es mortal la noche. Y es mortal el hombre inmortal, que mira con sobrecogimiento la eternidad, y su mortalidad es medida en el reloj del hombre sobreviviente.

Pero no aprendemos que el hombre está cosido a mortalidades sucesivas que inaugura cada mañana al levantarse. Su secreto está en que se renueva día a día sin querer. Si logramos la eternidad diaria, seremos eternos para los demás, decimos, y lo cumplimos.

Te invito a que alborozados aceptemos nuestra inmortalidad diaria, y reconozcamos que el hombre nunca reconocerá su mortalidad. A todas estas, sólo seremos muertos una vez y no estaremos para constatarlo.

El hombre por sí mismo sólo palpa la inmortalidad, y son sus semejantes los que hablan y peroran sobre la mortalidad.

Si las cosas existen porque existimos, vana gloria pueden tener las cosas si ya no existimos. Nosotros somos la medida de la eternidad. Señores pasajeros, seamos positivos, somos el metro de la eternidad.

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