De la fidelidad de los infieles

La fidelidad es un cuidadoso comportamiento aprendido por el hombre en su educación religiosa, que aplica a su vida emocional como un apósito, y ha sido clave en la presencia histórica de las familias longevas.

Los matrimonios que consiguen representar una fidelidad a toda prueba, son los que logran mitificarlo y arrastrarlo más allá del aburrimiento y de la longevidad.

Pero fidelidad no es sinónimo de felicidad. Nunca vi dos términos tan poco hermanados. Mientras la primera se encarga de sujetarnos y de limitar nuestro radio de acción, la segunda en cambio nos devuelve a nuestros orígenes proporcionándonos poesía y música. Mientras la primera es causa de vuelos de poca altura y de poca monta, la segunda nos permite vagar por los espacios siderales a costos de miedo.

La fidelidad fue creada por el hombre para inventar a Dios, y desde entonces todas las iglesias del mundo, hasta las menos multitudinarias, están llenas de fieles.

En el único campo donde no existe la fidelidad es en el amor, porque el amor es excluyente pero no fiel, y cultiva una fidelidad que nunca termina mientras exista el amor. Cuando el amor flaquea, flaquea la fidelidad, y es hora de soñar de nuevo.

En la calle es difícil de diferenciar un fiel de un infiel, sin embargo se observa que el más fiel camina más despacio, como si tuviera más tiempo, mientras que el más infiel camina más de prisa, como si tuviera más espacio.

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