HERIDAS QUE RECUERDAN A LA VIDA

Las heridas sangrantes son las venas abiertas en un cuerpo, que dejan escapar en gargarismos instantes de vida que parecen huir sin reemplazo. ¡La cara de espanto de un herido, nada tiene que envidiar a la momia de un faraón¡. He llegado a comparar el espanto de un herido, con el rictus momentáneo de alguien que ha visto un espanto, y sin errata, había mucho de cadavérico en la comparación.

Sí, lo más próximo a un cuerpo sin vida, es un cuerpo con vida, trasijado, y herido de muerte. ¡Todos nos creemos morir con la primera punzada en el pecho o con una intervención en las amígdalas¡

Y cada vez que tenemos la oportunidad, la vida nos recuerda nuestro organismo repleto de miles de células que corren por ahí, expuestas al día y a la noche, y sujetas a su única meta final: la muerte. ¡Oh muerte, que hiciste de tu meta el final de nuestras carreras¡, ¿ será que alguien puede escapar a tus requisitorias ? Las religiones trataron de darle un final feliz a la pregunta, y narraron la parábola del cielo.

Pero hay otras heridas, que sangran imaginariamente, y que causan tanto daño, como las heridas de verdad, y son las heridas sangrantes del corazón, que embotan la vida, que embotan la muerte, que lucen tan impávidas ante el llamado mortal que parecen merecerlo. Los enamorados presienten la muerte cuando están a punto de presentir el misterio de la vida.

Hoy enseño, que sea cual sea la herida que la vida nos enseñe, no debemos tocarla si no tenemos con qué sanarla, ni debemos relegarla sólo porque no toca nuestra vida. ¡La sanación en los demás es el primer regalo en nosotros mismos¡

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