HABLANDO DEL HAMBRE, MIENTRAS ME DA HAMBRE

El hombre podrá ufanarse de poder inventarlo todo, pero hay algo que ya no podrá inventar, porque hace parte de su infraestructura personal: el hambre.


El hambre está por ahí, en todas partes, y en ninguna. Agazapada junto al hartazgo, o sentada sobre una mina de oro, o abrazada a un perro, como una desplazada natural. En la naturaleza no existe el hambre, porque su sola presencia es un mutis contra el hambre.

Los agujeros negros naturales, muestra teórica del hambre febricitante, aun cuando no están hechos de hambre, nos acercan a su realismo ilógico, y de tal manera combaten el hambre, que nos sugieren en un séptimo arte de gradería, una solución física del hambre: devorarnos a nosotros mismos!

Pero algo que el hombre ya inventó y recreó, fue la forma y la oportunidad de distribuir el hambre, aún desde antes del nacimiento. ¡Que agudeza la del hombre, aprendió a saquear a sus semejantes aún antes de gestarse¡

Nacemos con el hambre pintada en la cara, como si la memoria genética nos pusiera su color en nuestro primer llanto. Y el hambre tiene los colores del arco iris y las divisiones físicas de los mapas geográficos. Y cuenta con un cuenta kilómetros tan sofisticado como el de los transbordadores espaciales: en días luz, qué digo, en horas luz, qué digo, en segundos luz. Digo mal, el hambre no cuenta, diatriba en porciones de vitaminas, proteínas y minerales.


Y el hambre tiene un estómago infinito por llenar, con una secreta magia interior donde cualquier cosa la calma, pero nada puede garantizarle que ya nunca mas volverá. El hambre ha permitido descubrir que el olvido no existe, es un bodrio inventado por los soñadores, porque siempre está presente cuando el presente vuelve a hacerse presente. El hambre es el primer cáncer de la vida, que se renueva a diario, hasta el último día, sin una vacuna de por vida.
Materialmente tiene la forma de una caja de veleidades de tres litros, el color rosa de la vida, y un fondo aún no descubierto. A nuestros presidentes nunca se les ocurrió combatir el hambre, poniéndole tapa de fondo. Personalmente los entiendo, porque apenas les alcanza la vida para llenar su barril en sus saqueos naturales, y mirando hacia dentro, difícil ver lo que pasa en el adentro de todos los de afuera. Y los presidentes, como los faraones, inventaron barriles piramidales sin fondo en el ápice, y en eso se les va la vida propia y la de los demás.

El hambre como el espacio, son infinitos e infinitesimales, se llenan de a mucho y de a poquito, pero nunca se llenan. Así que combatirla no es un acto de rebeldía contra natura, de acabar por siempre, sino de paciencia por un llenado que nunca escampa. ¡No reduzcamos el hambre a justas proporciones, su problema no es de justicia, es de igualdad de porciones, no una vez, sino siempre!.
Señores, el hambre es de por vida, y ha de combatirse todos los días. He ahí la grandeza del hombre, cuando inventó algo que ni siquiera a Dios se le hubiera ocurrido como un único castigo divino.

El hambre es el invento más viejo ideado por el hombre, y se estableció entre todos los hombres desde el día que inventó su invento más inútil: la riqueza.
Señores, el hambre no se combate con riqueza, se combate con comida, ¡lástima que nuestros combates se libren en otras esferas, en las del poder personal, mientras la comida deambula por ahí con dueño!.

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