HILANDO DESDE MI BLOG ( 3 )

Cuando tuve 15 años quise ser bello, y no lo conseguí. Cuando tuve 30 años quise ser fuerte, y no lo conseguí. Cuando tuve 40 años quise ser rico, y no lo conseguí. Cuando cumplí 50 quise ser sabio, y no lo conseguí. Ahora solo me resta vida y no quiero ser bello, ni fuerte, ni rico ni sabio, sólo quiero vivir el hoy.

La felicidad al igual que la envidia, es mejor imaginarla que sentirla. Sólo un muerto imaginario existe en el firmamento de la comedia, ninguno en el universo de la envidia.

Al hombre se le puede quitar todo, desde la ropa hasta la vida, pero nunca el silencio. Un hombre silencioso es un monumento a la posteridad. La historia está hecha de hombres silenciosos, que nunca diatriban contra el mutismo de lo no escrito.

De todos los animales el hombre es el único capaz de hacer sufrir a los animales. ¿ Será signo de algo enfermizo ? De todos los animales el hombre es el único capaz de maravillarse de la existencia. ¿ Será signo de algo más que paranoia ? Todos los animales están de acuerdo en que el hombre requiere de cuidados intensivos.

Sócrates probó con la enseñanza, y aprendimos. Hoy la enseñanza se ha hecho costosa e inasible. ¿ Y si probamos con la ignorancia ? Hoy su enseñanza aún no es costosa e inasible.

La disyuntiva actual: progreso con hambre. La salida del futuro: vida sin hambre. ¿ Será que nos alcanza la vida ? Una cosa segura: tampoco alcanzará el hambre.

En la carrera entre la vida y el hambre, la vida debería llevar todas las de ganar, y sin embargo hasta ahora y siempre, ha llevado las de perder. Algo no le funciona bien al motor de la vida. La fábula aún no termina, el hambre apenas comienza, y la vida del hombre vuelta una escudilla.

Los hombres virtuosos son aquellos que lo son únicamente de palabras. Los de obra, parecen de papel, y perecen cada vez que aparecen, oscurecidos por los de sotana y pantalón.

Deberían enseñar desde la cuna por lo menos la valentía que debió tener el primer hombre para comerse una ostra. ¡No costaría tanto volverse vegetariano!, la comida del futuro.

El país tiene un capital desperdigado en religiones. Se podría decir, que nacen de las necesidades menos imaginadas y florecen en los peladeros más inhóspitos. Todas enseñan la caridad, la bondad y el amor al prójimo. Sin embargo, todas congregadas no son bastantes para que nos odiemos y todas congregadas son todavía insuficientes para que nos amemos. Deberíamos empezar de cero.

Parecemos un animal de ocho ojos: al perder uno, no entendemos el valor de los que quedan. Cuando perdamos el segundo, se entenderá de lo equivocados que estábamos ante el oscurantismo de que estábamos dotados de tres ojos.

El país tiene la pobre perspectiva de una hermosa mujer: todos la admiran, todos la siguen, todos la piropean, todos la aplauden. Muchos amantes, ningún pretendiente.

Desconfiar es un acto que trastabilla la vida y rompe la lógica de dejar hacer. Es hora de la paz, es hora de dejarse engañar, es hora de respirar profundo.

El país se debate entre dos daños: el de los que prometen demasiado y el de los que esperan demasiado. Es hora del término medio: la realidad, nuestra realidad.

La felicidad se trunca a la vista de tanta miseria que puebla la vida: es la vergüenza momentánea de ser feliz que desaparece opacada ante el apetito vehemente de la siguiente complacencia. ¡Hasta la felicidad tiene su lapsus!, ojala lo tuviera la infelicidad también.

Descubrí que a los secuestradores, dueños y señores de la vida y de la muerte de sus secuestrados, sólo les falta adueñarse de una sola cosa: el tiempo. Los tiene locos sin saber si viven en el presente, en el pasado o en futuro. Pobres, su reloj biológico dejó de funcionar el día que perdieron el norte, el sur, el oriente y el occidente. Descubrieron que la hora es la hora, no importa cual, y por eso sus escritos siempre hablan de un futuro que nadie recuerda. Seguirán amarrando secuestrados hasta que no quede ningún árbol libre y disparándole a todo lo que se mueva: el tiempo.

Y la frase que todos esperamos encontrar, me la topé en un baño público un día sábado de suerte, que me restituyó mi credulidad en la humanidad de ensueño: “Seamos perezosos para todo menos para amar, beber y ser perezosos”. ¡Seamos!, al fin algo para ser.

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