POR UNA MOSCA

En un lago rojo de aguas sosegadas, habitaba silencioso el reino de las moscas amarillas. Todas las moscas habían sido creadas por un dios, que las benefició con los dones de la inmortalidad, el silencio y la carencia de memoria.

El enjambre de moscas estaba regido por un rey mortal, que tenía por único tributo exigirles a las moscas estar siempre despiertas, aún en las noches más tranquilas. Las moscas disfrutaban de mieles eternas y dulces inacabables, que se repetían una vez se deshacían en el aíre.

Una madrugada de insomnio murió el rey, en medio del zumbar silencioso de los insectos amarillos. Era el único mortal en medio de la inmortalidad.

Esa madrugada las moscas empezaron a recordar, y se les hizo evidente en la mente, que el día que su rey muriera, sólo había dos opciones: o retornaban a su dios creador, o se olvidaban de él, y hacían su propia vida.

Y sin preguntar, y sin pensarlo mucho, a la primera mosca muerta del enjambre, la botaron al lago, y pescaron una trucha.

Desde aquella mañana de recordación, las moscas mueren, los reyes mueren, los dioses se olvidan, y las moscas son buenas para pescar truchas.



No hay comentarios.: