LA MEJOR MANERA DE LIBRARSE DE LA TENTACIÓN ES CAER EN ELLA

En un país cercano al nuestro, tan cercano que casi podría decirse que es el nuestro, vivía un presidente, querido por unos, adorado por otros, desdeñado por algunos, alabado por la prensa, agarzonado por la crítica punzante, perseguido por cientos, y odiado por doscientos.

Un buen fin de semana de tentación, quiso el presidente empezar a granjearse la buena voluntad de estos grupos desafectos, y a través de su comisionado de granjeamientos, ordenó la remisión en tres helicópteros Black Hawk de uso oficial, de tres aguinaldos que fueran dignos de la generosidad de un mandatario de cabeza fría, corazón caliente y manos largas.

La selección de los obsequios resultó luego de un minucioso análisis de un listado de cien elementos necesarios analizados por los diferentes subdelegados de estadística y granjeamientos, entre las cosas que en afectuosidad y generosidad podrían agradecer con gratuidad permanente los señores de los grupos alzados en afectos.

Los tres obsequios fueron en su orden: Harina de maíz en bultos, para que el grupo desafecto incluyera en su dieta diaria la arepa que une a los nacionales, Cemento en bultos para que cimentaran antisismicamente las viviendas a la tierrita nacional, y Gasolina en bidones, para que el transporte por la hidrografía nacional se desarrolle sin retrasos, rezaban los rótulos pegados a cada uno de los bultos.

En el helipuerto de despeje, todo fue alegoría y diversión, y los bultos de harina, y los bultos de cemento y los bidones de gasolina del presidente, corrieron sin inventario en desbandada por los caminos de la patria. Ni siquiera uno sólo de ellos para la foto se pudo recuperar después del aterrizaje de la nave, porque desaparecieron como por arte de magia y política.

La respuesta del grupo no se hizo esperar. A través de Internet y de las mil emisoras que pregonan por el territorio, hicieron saber a la majestad del presidente y a quienes quisieran oír, que auscultados los Arúspices del grupo desafecto, encontraron que en los obsequios recibidos no había ningún afán de paliar las diferencias presidenciales, sino que por el contrario, el presidente hacía burla del grupo en los siguientes términos: los bultos de harina era para recordarles la cargas de harina blanca de los cultivos ilícitos, en los bultos de cemento entreveían un mensaje subliminal sobre la rigidez de las filosofías políticas del grupo, y los bidones de gasolina era el mecanismo cementerio que utilizaba el régimen para que el grupo se adentrara navalmente aún más lejos en las regiones inhóspitas de la patria.

Moraleja Nacional: desde aquel nefasto fin de semana de tentaciones liberadas, larguezas tergiversadas y de gustos enfrentados, el presidente para evitar nuevos malentendidos prefirió cambiar la política de granjeamientos por la de mano Firme. ….Y no volvió a firmar.

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