LA NUEVA PROFESIÓN

La profesión más antigua del mundo peligra en su quehacer, con la nueva profesión nacional.


Se empezó a colar en la vida nacional, de manera tan benigna, que nunca se pensó que llegara a constituir un empleo nacional.


En cuestión de salarios, la nueva profesión no tiene nada que envidiarle a la primera. La nueva tiene fácil acceso, vacantes a granel, y con disponibilidad de plazas en todo el país.


En similitud con la primera, no se requiere experiencia, y parece que entre menos se tenga, mayor probabilidad de enganche existe.


A diferencia de la primera, la nueva exige tiempo completo. Y la mayor despreocupación de todas: no se necesita indumentaria, porque la nueva profesión trae dotación propia. Aun cuando pensándolo bien, esa dotación es algo impropia.


La nueva profesión que entra tirando es la de guerrillero, con campus propio, universidad propia, equipo moderno propio, y territorio propio.


Aquí entre nos, la nueva profesión nació un cercano día cuando a un Dr. Reyez, representante legal de los ilegales, no le volvió a sonar lo del acuerdo humanitario, al ponerse a pensar qué sería de su vida retirado de la guerrilla, cuando era lo único que había aprendido a hacer, y que había aprendido a hacer bien.


Definitivamente la profesión de guerrillero no tiene nada que envidiarle a la vieja profesión, por cuanto tienen en común que son a escondidas, onerosas, inhumanas e igual de peligrosas, aun cuando muy bien pagas, pero regodea un feroz regusto sangriento que hasta hoy no exhibe la profesión más vieja del mundo.


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