DEL AMOR

Dánae nunca supo como preguntar, pero aquel día, junto al maestro, necesitaba dilucidar la vida que se le escabullía entre las ideas. Y así preguntó:

Maestro, a sus años de amor, a sus sueños de amor, aún se piensa en el amor ?

Oh, hijo mía, has leído muchas fábulas, y la única que merecer ser vivida aún no la has leído: la fábula del amor.

El amor es un paraíso edénico, rodeado de aguas mansas por doquier, con la naturaleza haciendo corros sin parar, y el tiempo sin medir.

El amor es un mar impetuoso que duerme sin ronquidos, y que acama los mejores sueños en vaivenes de adormecimiento, sin espacios por medir.

El amor es una montaña mágica con un único asiento para dos, con una única atalaya para ver el mundo, y sin que aún hoy el mundo pueda vislumbrar los ojos del amor.

El amor es un camino en línea recta, que sigue sin parar, en un END que parece no tener fin. El amor juega visajes con la distancia, haciendo ver lejano lo inmediato, y aun mucho más lejano lo lejano. Cada recodo en los caminos es un muestrario de amores confundidos.

El amor es un árbol, es cada árbol, donde amores de fruición hacen engrandecer la sombra de ramajes que camuflan besos como cántico de hojas. Para el amor, todas las hojas son hojas frescas.

El amor es un buque fantasma sin fantasma, que sólo se detiene cuando el amor digita su clave de fantasía, y extendiendo su escalera de olas, deja subir todo su ímpetu fantasmal. Los fantasmas le temen al amor. El fantasma de fantasmas, es el fantasma del amor.

El amor es un reloj sin horario, con solo un minutero incansable que poco se afana por terminar de avanzar, porque con la huida del horario tiene todo el tiempo del mundo. En el amor el tiempo nunca cuenta, solo pasa, como en el río que nunca se repite.

El amor hija mío es todo, es vida, es muerte, es vigilia, es sueño, es hambre, es riqueza, es calor, es frío, es cercanía, es lejanía, es el universo.

Si el amor no existiera, no existirían los mundos, ni las estrellas, ni la luz, sólo la oscuridad. Cuando el amor no existía y estaba por nacer por generación necesaria, todo era caos y oscuridad. La luz fue inventada para ver la cara del amor.

…… pero y los años ? Los años, hija, son la medicina que la naturaleza inventó para curar la edad de amor. Nos aplana la ansiedad y nos rellena de ilusiones, contándonos en lirismos nuestras historietas mágicas imposibles de revivir. Cuando los años nos enseñorean el amor se vuelve libro, y el orgasmo de la senectud es la palabra amor por escribir.

El amor nunca envejece, acompaña al joven y al viejo, con la misma irracionalidad con la que desaparece. Al final, hija, nos damos cuenta que tampoco existe, y que sólo fue una bonita manera de pasar la vida preocupados. No sólo de amor vive el hombre, también de años.

Y el maestro corrió tras su último sueño: la realidad.

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