DE MADRUGADA

Aquella madrugada de año nuevo, sin dejar de mirar a cada persona, el maestro se dio a la metódica tarea de estrenar el año, cual Zaratustra de carnaval.

Y sin hablar a nadie, habló a todos. Hablar solo se había vuelto un ejercicio de muchedumbres. Peroró en el desierto de las multitudes, sobre el genio y el hábito.

Recordó que el hábito recrea nuestra mente con ficciones imaginarias, mientras solazamos nuestras manos con labores de artesanía. El hábito es al arte, cual la enseñanza es a la sabiduría. El hábito hace nuestra mano más ágil. El hábito deja volar, en tanto que los dedos cantan la única canción que conocen. El hábito mantiene prisionero el cuerpo, no la mente, que se desplaza a otras prisiones para mirar otros prisioneros. El hábito como la naturaleza, proporcionan los medios para sobrevivir. El hábito no hace al monje, el monje lo confecciona con su hábito.

Rememoró que el genio, en cambio, recrea nuestra mente con realidades imaginarias, en tanto nuestras manos aletean aterrizajes de emergencia. El genio no es arte contemporáneo, es arte nuevo, es arte aún hirviendo. El genio hace nuestra mente más ágil. El genio vuela y planea, en tanto muerde un durazno de fantasía. El genio no busca prisioneros en el cielo porque no entiende su presencia en el liberado mar que asoma a su horizonte. El genio como la lluvia, a veces proporcionan los medios para sobrevivir, porque basta un maná de lluvia para sentir la realidad satisfecha. El genio no necesita ropaje, su desnudez lo cubre por completo, y biringo muestra su interior, desde su traje invisible.

El hábito es a las manos, como el genio es a la fantasía de la mente; porque existe la misma torpeza en las manos del genio que en las ideas del hábito, o la misma genialidad en las manos del hábito que en las ideas del genio.

Finalmente, sentado en la única piedra angular del camino, predijo que el mundo se llenará de hábitos en tanto corra a cubrir sus necesidades primarias, y se vaciará de genios día a día si consigue castrar en el hombre su tiempo libre con torpezas de ocupación.

Talvez algún día el mundo detenga su correr y se siente en la mesa del mundo, no a comer, sólo a hablar mientras nos vuelve a dar hambre. Cuando el fin del mundo sea el hambre, habremos invertido el fin del hombre.

Y el maestro consumió su maná solitario, en tanto se abría paso entre la multitud de voces que se repetían por los siglos de los siglos, feliz año nuevo, sin lograrlo por lo siglos de los siglos..

Bobos, se dijo, la felicidad no vive en los demás, yace escondida entre los equipajes de matorrales con que nos vamos llenando año a año. Es cuestión de volver a nacer…….

No hay comentarios.: