ESCOLIO DE UN ESCOLIO
Don Nicolás Gómez Dávila deja entrever en uno de sus escolios más dicientes:: “El más hondo silencio es el de una muchedumbre aterrada”
Los más hondos silencios son oscuros, sin voz ni voto, son los silencios de la inmensidad. El mar es el ejemplo clásico de muchedumbres. ¡Clama en silencio ante unos oídos que no le pueden ver y frente a unos ojos que no le pueden perdonar¡.
Los peces marinos observan aterrados el silencio del hombre que en muchedumbre clama su nudo gordiano. Para los animales somos unos animales incomprensibles.
Las muchedumbres aterradas fueron de ficción hasta el advenimiento de la televisión. Hoy apreciamos aterrados su silencio congelado. ¡Quizá aprendamos de su gélida lección¡.
Por lo menos el hombre cuenta hoy con aparatos que le permiten medir la profundidad del silencio.
Don Nicolás destapó con su frase un grito inconmensurable, y logró creer que no hay más territorios más allá del más hondo silencio: la muchedumbre de silencio.
Sí, Don Nicolás, más allá del silencio hay otro silencio, el silencio alborotado del silencio. ¡El universo está por descubrir la otra faceta del silencio: la muchedumbre del silencio¡.
Por ahora, y por hoy, el silencio más triste es el del nudo en la garganta. Falta por esculpir el discóbolo de la muchedumbre de los nudos.
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