DESDE MI MULTITUD

La multitud corría despavorida y pude observar en sus rostros un rictus de felicidad. La corrida de toros había estado para alquilar balcón, y la ebriedad estaba lejos de terminar.

Hablaban a borbotones, todos al mismo tiempo, y parecían entenderse perfectamente. Los admiré porque habían aprendido a vivir el presente, y el mañana no existía en sus rostros enrojecidos.

Al final de la noche, cuando volví a cruzar por la plaza, ya no había multitudes que corrieran despavoridas, sino cuerpos regados por doquier aniquilados al olé del alcohol y los excesos.

Yacían diseminados por todas las aceras, cual alfileres de algún olvidado sastre, alfileres para los cuales la cabeza no era lo más importante.



DE LA FRAGILIDAD DE LAS CORTEZAS

Hay una corteza que nos asusta al nacer: es la corteza de la tierra. Por ella sabemos su dureza, su resistencia y su impenetrabilidad. Hay otra corteza que nos cautiva y recompensa la vida: es la corteza del pan. Por ella aprendemos la dureza, el gusto y las dificultades de la vida.

Las dos cortezas enseñan una única realidad: su fragilidad. Esta realidad se parece a la fragilidad de una promesa, no importa si es del hombre o es de Dios, al fin y al cabo es el fin de las promesas.


DEL PAN

Cuándo corrió la voz que el pan es el báculo de la vida, el supremo gobierno obligó a todas las panaderías que el único pan que se podía amasar en todo el reino era el pan en forma de báculo.

Ahora, aún cuando las personas caminan menos, comen más. ¡Inteligente manera de combatir el hambre y las esperanzas! en el reino de Dios.


DE LOS NIÑOS


Nuestros niños se entristecen cuando se les conmina por haberse equivocado. Talvez si les enseñamos que reconocer los errores nos vuelve más sabios, nos permitiría hacer un país de sabios.


Y una última apostilla: la vida de los sabios es más prolongada que la vida de un futbolista, y el sabio requiere menos para vivir: vida, para vivir todos los días।


Buscando..

Quise encontrar algo parecido a la vanidad femenina, y sólo la hallé en la avaricia de un hombre viejo; viajaban en el mismo asno.

Más adelante quise encontrar algo parecido que identificara la vanidad y la avaricia, y en la siguiente posada me encontré la respuesta: el vino y las mujeres en el hombre joven: comen, viajan y se disputan el mismo asno.

Al final de la tarde quise encontrar algo que los cubriera a todos, y en el palacio menos recóndito lo encontré: la tentación natural del poder arbitrario, y estaba vestida de asno.


HILANDO DESDE MI BLOG ( 3 )

Cuando tuve 15 años quise ser bello, y no lo conseguí. Cuando tuve 30 años quise ser fuerte, y no lo conseguí. Cuando tuve 40 años quise ser rico, y no lo conseguí. Cuando cumplí 50 quise ser sabio, y no lo conseguí. Ahora solo me resta vida y no quiero ser bello, ni fuerte, ni rico ni sabio, sólo quiero vivir el hoy.

La felicidad al igual que la envidia, es mejor imaginarla que sentirla. Sólo un muerto imaginario existe en el firmamento de la comedia, ninguno en el universo de la envidia.

Al hombre se le puede quitar todo, desde la ropa hasta la vida, pero nunca el silencio. Un hombre silencioso es un monumento a la posteridad. La historia está hecha de hombres silenciosos, que nunca diatriban contra el mutismo de lo no escrito.

De todos los animales el hombre es el único capaz de hacer sufrir a los animales. ¿ Será signo de algo enfermizo ? De todos los animales el hombre es el único capaz de maravillarse de la existencia. ¿ Será signo de algo más que paranoia ? Todos los animales están de acuerdo en que el hombre requiere de cuidados intensivos.

Sócrates probó con la enseñanza, y aprendimos. Hoy la enseñanza se ha hecho costosa e inasible. ¿ Y si probamos con la ignorancia ? Hoy su enseñanza aún no es costosa e inasible.

La disyuntiva actual: progreso con hambre. La salida del futuro: vida sin hambre. ¿ Será que nos alcanza la vida ? Una cosa segura: tampoco alcanzará el hambre.

En la carrera entre la vida y el hambre, la vida debería llevar todas las de ganar, y sin embargo hasta ahora y siempre, ha llevado las de perder. Algo no le funciona bien al motor de la vida. La fábula aún no termina, el hambre apenas comienza, y la vida del hombre vuelta una escudilla.

Los hombres virtuosos son aquellos que lo son únicamente de palabras. Los de obra, parecen de papel, y perecen cada vez que aparecen, oscurecidos por los de sotana y pantalón.

Deberían enseñar desde la cuna por lo menos la valentía que debió tener el primer hombre para comerse una ostra. ¡No costaría tanto volverse vegetariano!, la comida del futuro.

El país tiene un capital desperdigado en religiones. Se podría decir, que nacen de las necesidades menos imaginadas y florecen en los peladeros más inhóspitos. Todas enseñan la caridad, la bondad y el amor al prójimo. Sin embargo, todas congregadas no son bastantes para que nos odiemos y todas congregadas son todavía insuficientes para que nos amemos. Deberíamos empezar de cero.

Parecemos un animal de ocho ojos: al perder uno, no entendemos el valor de los que quedan. Cuando perdamos el segundo, se entenderá de lo equivocados que estábamos ante el oscurantismo de que estábamos dotados de tres ojos.

El país tiene la pobre perspectiva de una hermosa mujer: todos la admiran, todos la siguen, todos la piropean, todos la aplauden. Muchos amantes, ningún pretendiente.

Desconfiar es un acto que trastabilla la vida y rompe la lógica de dejar hacer. Es hora de la paz, es hora de dejarse engañar, es hora de respirar profundo.

El país se debate entre dos daños: el de los que prometen demasiado y el de los que esperan demasiado. Es hora del término medio: la realidad, nuestra realidad.

La felicidad se trunca a la vista de tanta miseria que puebla la vida: es la vergüenza momentánea de ser feliz que desaparece opacada ante el apetito vehemente de la siguiente complacencia. ¡Hasta la felicidad tiene su lapsus!, ojala lo tuviera la infelicidad también.

Descubrí que a los secuestradores, dueños y señores de la vida y de la muerte de sus secuestrados, sólo les falta adueñarse de una sola cosa: el tiempo. Los tiene locos sin saber si viven en el presente, en el pasado o en futuro. Pobres, su reloj biológico dejó de funcionar el día que perdieron el norte, el sur, el oriente y el occidente. Descubrieron que la hora es la hora, no importa cual, y por eso sus escritos siempre hablan de un futuro que nadie recuerda. Seguirán amarrando secuestrados hasta que no quede ningún árbol libre y disparándole a todo lo que se mueva: el tiempo.

Y la frase que todos esperamos encontrar, me la topé en un baño público un día sábado de suerte, que me restituyó mi credulidad en la humanidad de ensueño: “Seamos perezosos para todo menos para amar, beber y ser perezosos”. ¡Seamos!, al fin algo para ser.

HABLANDO DEL HAMBRE, MIENTRAS ME DA HAMBRE

El hombre podrá ufanarse de poder inventarlo todo, pero hay algo que ya no podrá inventar, porque hace parte de su infraestructura personal: el hambre.


El hambre está por ahí, en todas partes, y en ninguna. Agazapada junto al hartazgo, o sentada sobre una mina de oro, o abrazada a un perro, como una desplazada natural. En la naturaleza no existe el hambre, porque su sola presencia es un mutis contra el hambre.

Los agujeros negros naturales, muestra teórica del hambre febricitante, aun cuando no están hechos de hambre, nos acercan a su realismo ilógico, y de tal manera combaten el hambre, que nos sugieren en un séptimo arte de gradería, una solución física del hambre: devorarnos a nosotros mismos!

Pero algo que el hombre ya inventó y recreó, fue la forma y la oportunidad de distribuir el hambre, aún desde antes del nacimiento. ¡Que agudeza la del hombre, aprendió a saquear a sus semejantes aún antes de gestarse¡

Nacemos con el hambre pintada en la cara, como si la memoria genética nos pusiera su color en nuestro primer llanto. Y el hambre tiene los colores del arco iris y las divisiones físicas de los mapas geográficos. Y cuenta con un cuenta kilómetros tan sofisticado como el de los transbordadores espaciales: en días luz, qué digo, en horas luz, qué digo, en segundos luz. Digo mal, el hambre no cuenta, diatriba en porciones de vitaminas, proteínas y minerales.


Y el hambre tiene un estómago infinito por llenar, con una secreta magia interior donde cualquier cosa la calma, pero nada puede garantizarle que ya nunca mas volverá. El hambre ha permitido descubrir que el olvido no existe, es un bodrio inventado por los soñadores, porque siempre está presente cuando el presente vuelve a hacerse presente. El hambre es el primer cáncer de la vida, que se renueva a diario, hasta el último día, sin una vacuna de por vida.
Materialmente tiene la forma de una caja de veleidades de tres litros, el color rosa de la vida, y un fondo aún no descubierto. A nuestros presidentes nunca se les ocurrió combatir el hambre, poniéndole tapa de fondo. Personalmente los entiendo, porque apenas les alcanza la vida para llenar su barril en sus saqueos naturales, y mirando hacia dentro, difícil ver lo que pasa en el adentro de todos los de afuera. Y los presidentes, como los faraones, inventaron barriles piramidales sin fondo en el ápice, y en eso se les va la vida propia y la de los demás.

El hambre como el espacio, son infinitos e infinitesimales, se llenan de a mucho y de a poquito, pero nunca se llenan. Así que combatirla no es un acto de rebeldía contra natura, de acabar por siempre, sino de paciencia por un llenado que nunca escampa. ¡No reduzcamos el hambre a justas proporciones, su problema no es de justicia, es de igualdad de porciones, no una vez, sino siempre!.
Señores, el hambre es de por vida, y ha de combatirse todos los días. He ahí la grandeza del hombre, cuando inventó algo que ni siquiera a Dios se le hubiera ocurrido como un único castigo divino.

El hambre es el invento más viejo ideado por el hombre, y se estableció entre todos los hombres desde el día que inventó su invento más inútil: la riqueza.
Señores, el hambre no se combate con riqueza, se combate con comida, ¡lástima que nuestros combates se libren en otras esferas, en las del poder personal, mientras la comida deambula por ahí con dueño!.